SI SE CUMPLE LA TONICA DE LOS CINCO ÚLTIMOS AÑOS, LAS NUEVAS MEDIDAS INCREMENTARAN LAS MUERTES DE MUJERES, AUNQUE LE ECHEN TODO EL CODIGO PENAL ENCIMA A LOS VARONES
Desde que el mundo es mundo, ha existido siempre un asunto llamado crimen pasional. El caso hacía referencia al lamentable comento en que uno de los dos miembros de la sociedad conyugal (fuera hombre o mujer) le quitaba la vida a su pareja, bien por celos, enfermedades mentales, rencores, odios africanos, embarazos no deseados, alcoholismo, abandono de hogar, infidelidad conyugal, enajenaciones mentales transitorias o cualquier otro motivo.
Luego vino el III Congreso del Feminismo de Pekín propiciado por las Naciones Unidas. Y allí, en el país paradigma de las libertades y de la igualdad de sexos, el feminismo mundial reunido en conclave, con la presencia de Hilary Clinton y alguna otra diva ejerciendo como invitadas especiales y más de 150 feministas españolas, varias de ellas ministras o ex ministras socialistas, trataron de revolucionar el mundo.
Pero lo único que lograron fue imponer la dictadura inspirada en la ideología y la filosofía de género en España. De modo y manera que todo lo que la literatura científica, jurídica, académica y social del mundo civilizado llamaba crímenes pasionales, asesinatos por celos o infidelidades no eran tales y empezaron a llamarse violencia de género. De repente, las mujeres se convirtieron todas en santas y el único individuo que mataba a su pareja dentro del matrimonio era el hombre, al margen de su condición social y económica. Y lo hacía, además, como consecuencia de un dominio ancestral del varón contra la hembra, que se venía ejerciendo desde el Pleistoceno, como poco.
Nació así la llamada ideología o filosofía de género que venía ha hacer tabla rasa con veinte siglos de valores inspirados en la tradición cristiana y romana y el «marxismo feminista» entraba como un ciclón en la sociedad hispana.
Aunque las estadísticas afirman que las mujeres asesinan cinco veces más a sus hijos, maltratan tres veces más a sus padres y hermanos, y matan de vez en cuando a sus maridos (un 40 por ciento frente al 60 por ciento de parricidios cometidos por los hombres) la realidad no importaba cuando se trataba de imponer una nueva ideología alternativa que sustituyera al marxismo, al socialismo real desaparecido en 1989.
LA TOLERANCIA CERO ES UNA ESTUPIDEZ DEL FEMINISMO. MIENTRAS EXISTAN CELOS, INFIDELIDADES, ODIOS Y ENFERMEDADES MENTALES HABRÁ ASESINATOS DE HOMBRES Y MUJERES EN LOS HOGARES
Actuando como el mayor lobby conocido en las sociedades occidentales de todos los tiempos, el feminismo radical convenció al parlamento español de que no había crímenes pasionales sino violencia de Género y que esta sólo podía erradicarse anticipando la pena al delito, es decir, persiguiendo a cualquier varón que protestara ante su mujer porque le escondiera las llaves del coche y condenando al hombre a penas severísimas por cualquier discusión familiar, aunque la pelea la hubiera iniciado la mujer, que es habitualmente la promotora e incitadora de más de la mitad de las rencillas familiares, como revelan las sentencias de los juzgados penales de toda España.
De la misma manera que el Reichstag alemán impuso las llamadas «leyes de Nüremberg» (condenadas en Nüremberg), con un PP acobardado, a la caza del voto femenino y con unos diputados obsesionados porque no les tildaran de machistas, nació en el Congreso de los Diputados la Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral en contra de la Violencia de Género, el mayor engendro legislativo de todos los tiempos, la ley que ha perseguido e incriminado sin pruebas a más hombres desde la Guerra Civil.
Inspirada en el derecho de Autor de la escuela de Kiel cuyos epígonos fueron Karl Larenz, H. Kelsen y Karl Schmitt, entre otros; de la Asociación Alemana de Jurisprudencia y de otros organismos judiciales del nacionalsocialismo que necesitaban de un cuerpo doctrinal (códigos penales de 1932 y de 1935) para exterminar a los judíos, a los gitanos y a otras razas "inferiores", la LOMPIVG, culpabiliza siempre, en todo momento y lugar, al varón de la llamada Violencia de Género.
Aplicando esta doctrina, donde no se juzgan hechos, en los que la culpabilidad es siempre subjetiva se crea una Justicia ad hoc al servicio exclusivo de la mujer y no de la sociedad en su conjunto. El aparato judicial constituye más de 500 tribunales especiales (entre 1 y 7 por demarcación territorial) con capacidad para aplicar leyes penales y civiles a la vez, y que actúan, de hecho como tribunales de excepción, que tratan de culpabilizar siempre al hombre de la más mínima riña, imponiendo «sentencias de conformidad» que no son recurribles en una segunda instancia, con el agravante de que muchos de estos tribunales están regidos por jueces feministas en su mayoría mujeres despechadas y hasta feas.
Vulnerando toda la doctrina jurídica anterior ─ millones de sentencias y de jurisprudencia elaborada durante siglos ─, emanada del derecho Romano y de la tradición cristiana, los llamados Tribunales de Violencia imponen penas sin oír a una de las partes (el hombre), al que se detiene, encarcela y juzga esposado aunque la promotora de la disputa haya sido su compañera.
Y, acto seguido, se le manda a la cárcel, y por el mismo hecho se le impone una segunda condena de alejamiento (léase destierro), desaparecida de los códigos penales desde el siglo XVIII por degradante y difamante y se le desposee de la mayoría de los bienes gananciales habidos en el matrimonio (casa, familia, derecho a estar con sus hijos), obligándole a pagar pensiones de alimentación y educación a los menores, hipotecas si las hubiere de bienes que no podrá disfrutar de por vida e incluso pensiones compensatorias.
RECORTAR LOS DERECHOS DE PATRIA POTESTAD A LOS HOMBRES COMO PRETENDE EL CONGRESO POR UNA SIMPLE DENUNCIA DE MALTRATO VA A ACARRERAR MÁS MUERTES DE MUJERES. ESTOY DISPUESTO A JUGARME LO QUE QUIERA CON EL QUE DEFIENDA LA TESIS CONTRARIA
Con este sistema fundamentado jurídicamente en las teorías nazis, inquisitorial, discriminatorio, absolutista, arbitrista, donde los presuntos delitos cometidos no cuentan sino el cromosoma con el que se ha nacido, el Gobierno ha pretendido reducir a cero la violencia en el seno de la familia.
Y ha conseguido, como no puede ser de otra manera, el efecto contrario: En algo más de cinco años de vigencia ha detenido arbitrariamente a más de un millón de varones, los ha sometido a la humillación de ser esposados ante sus hijos por la policía, los ha tenido entre 1 y 3 días durmiendo en calabozos infectos junto a delincuentes de toda ralea. Y ha incrementado los crímenes pasionales al introducir la Ley numerosos elementos de violencia y de conflictividad en el hogar familiar, que no se compadecen con el sentido común o la Ley natural, en lugar de atenuar la agresividad entre la pareja con medidas educativas o de rehabilitación de los cónyuges (intervención de los padres, mediadores sociales, sicólogos, etc.).
Todo ello, asdemás, endureciendo año tras año la llamada Ley de Violencia de Género en un afán inhumano de destruir sicológica y socialmente al supuesto maltratador, haya sido declarado culpable o absuelto. En este sentido y no en otro tiene que interpreparse la "expropaición" que hace el Estado de la pensión de viudedad del millón largo de denunciados en beneficio de la supuesta "víctima", lo haya sido o no, en detrimento de su segunda, tercera o cuarta mujer, como ha ocurrido en la Ley de Acompañamiento de los Presupuestos Generales del Estado de 2009.
Pese a estas felonias parlamentarias propias de regímentes inquisitoriales y genocidas, el número de asesinatos de mujeres no sólo no han descendido sino que se han generado nuevos tipos de delitos como el de los suicidios masivos de los varones que se quitan la vida para sustraerse a la acción de la justicia (calificados como «terroristas suicidas» por la imbécil de Bibiana Aído) tras matar a su mujer, se ha promovido millones de denuncias falsas entre las mujeres (en cualquier proceso de separación y divorcio el asunto se resuelve en un día si va por un juzgado de Violencia de Género y, además, el juez «aleja» al marido de la esposa durante 3 años, y en un promedio de un mes a tres años si se acude, como manda la ley, por un juzgado de familia) y se ha promovido decenas de miles de actos de desobediencia reiterada a la Ley tanto por hombres y mujeres que acaban reconciliándose a los pocos días, aunque el texto legal lo prohíbe expresamente, rompen la sentencia de alejamiento de mutuo acuerdo y se ponen a vivir juntos desafiando a legisladores, tribunales y a todo bicho viviente.
Estas «reunificaciones familiares al margen de la Ley», generan a su vez nuevos delitos derivados, en este caso, del «dominio de la mujer sobre el hombre» que establece de facto la LOMPIVG, una vez el primero haya pasado por un juzgado de Violencia, y su nombre aparezca en un registro oficial de presuntos maltratadores, haya sido condenado o no. Decenas de hombres son despojados todos los días de sus bienes privativos, de las acciones de sus empresas personales, bajo la amenaza de la arpía de turno de denunciarles por «incumplimiento de la orden de alejamiento» y, como demostraré en mi próximo libro, algunas acaban criando malvas al lado de su ex marido que, en la mayoría de estos casos, suele suicidarse.
Elaborada con el sano propósito de acabar con las muertes en el hogar, la llamada Ley de Violencia de Género, por lo tanto, ha causado más muertes de mujeres (y hombres) que las que ha evitado, ha introducido en Código Penal en la familia violando los preceptos dictados desde Justiniano hasta hoy, y ha causado más males que beneficios. Porque, como dije al principio, la etiología de la violencia familiar que lleva al asesinato de la esposa o el esposo es otra, la de siempre: los celos, los odios, las enfermedades mentales, las infidelidades conyugales y otras cuestiones que se ignoran.
Y los causará aún más, si el Congreso de los Diputados modifica el Código Penal en el sentido de añadir una condena más al hombre cuando se haya producido una pelea familiar: retirarle arbitrariamente la Patria Potestad sobre los hijos al varón (afirma el Gobierno que hay 600.000 niños víctimas de la violencia familiar, excluyendo siempre a la mujer como promotora de tal violencia) sin verificar previamente si la causante del rifirrafe fue la mujer. Me apuesto con quien quiera que el endurecimiento de la LOMPIVG y, especialmente, la entrada en vigor de esta medida incrementará, como poco, las muertes de mujeres en no menos de un diez por ciento y los suicidios de sus ex maridos en una cifra inferior pero también considerable.
Porque lo que es intolerable desde el punto de vista jurídico y social es que, a cualquier padre de familia, haya sido maltratador o no, se le intente echar todo el Código Penal encima (condena, destierro, robo de parte de la sociedad de gananciales, perdida de derechos laborales, perdida de Patria Potestad, etc) por la comisión de un solo delito, en el supuesto que se demostrara fehacientemen te que lo había cometido. No sólo es intolerable: constituye un ensañamiento injusto y el peor de los fascismos ya que la Ley se salta a la torera el derecho a redención de condena, el perdón de la víctima y sólo refleja lo más negro de la condición humana del legislador, que trata a sus semejantes como bestias.
El origen de todo el problema radica, obviamente, en no atacar convenientemente la raíz del problema y considerar los crímenes pasionales de toda la vida, con su etiología definida durante siglos, como "crímenes de género", como si la razñón de ser del hombre desde que nace hasta que muere fuera exclusivamente el de someter a su pareja, hecho que puede ocurrir en determinados países (en mundo árabe, por ejemplo) pero no en los países occidentales, especialmente desde el último medio siglo.
De ahí que el slogan de la «tolerancia cero» sea una estupidez como una casa. Mientras haya un hombre o una mujer desquiciada por los celos, por la infidelidad de su conyugue o con un problema mental no tratado hay un hombre o una mujer potencialmente victima de los arrebatos y las iras de su pareja con resultado de muerte o no.
Buscar el origen de la violencia familiar en el dominio de un sexo sobre el otro no sólo es una estupidez del feminismo radical sino una desproporción del parlamento entero, integrado por lo más selecto y granado de la intelectualidad española en todos los campos del saber de hoy y de siempre, como todo el mundo sabe.
EN 1978 EL PRESIDENTE DE SUECIA OLA ULLSTEN SUSPENDIÓ UNA CENA CON UN GRUPO DE PERIODISTAS ESPAÑOLES ENTRE LOS QUE ME ENCONTRABA PORQUE TENÍA QUE CUIDAR A SUS DOS HIJOS, MARIA Y KATARINA, PARA QUE SU MUJER LOUISE TRABAJARA ESA TARDE. PUES BIEN, EN EL REINO DE LA IGUALDAD, SE ASESINAN CUATRO VECES MÁS MUJERES QUE EN ESPAÑA Y SE VIOLAN INFINITAMENTE MUCHAS MÁS, LO QUE CONTRADICE TODA LA FILOSOFÍA DE GENERO
Como las cosas hay que demostrarlas para no medirse con la altura de la elevada talla intelectual de los inquilinos del Palacio de la Carrera de San Jerónimo voy a poner un solo ejemplo. A estas alturas, nadie duda que Suecia sea el paraíso del Estado del Bienestar, de las libertades, de la igualdad entre el hombre y la mujer. Para verlo, solo basta consultar el escalafón del Gobierno y advertir que hay tantas o más directoras generales y subsecretarias mujeres que hombres. La igualdad dentro de la pareja llega a tal extremo que en un viaje que hice al país en noviembre de1978, el primer ministro, el liberal Ola Ullsten, suprimió una cena que tenía con un grupo de periodistas españoles, porque a su mujer, Louise Beaudoin, le habían puesto trabajo y tenía que quedarse a cargo de dos de sus cuatro hijos menores de edad, Maria Ullsten y Katarina Ullsten. Hay 7 periodistas más que fueron testigos de ello.
Pues bien, en el paraíso de la igualdad, donde hasta el primer ministro comparte las tareas familiares para que su mujer pueda realizarse, se comenten cuatro veces más asesinatos de mujeres a manos de sus maridos y cuatro veces más muertes de los esposos por sus conyugues. Y, sin ir más lejos, el año pasado se denunciaron 28.000 violaciones de mujeres en una nación que tiene apenas 9.341.00 habitantes, dato que traducido a España se traduciría en 134.000 violaciones anuales que, en el caso de ocurrir, generaría, y con razón, una legión de feministas patrullando las calles armadas de tijeras y decididas a cortarle los órganos genitales a otros tantos hombres.
El «caso sueco» es, en consecuencia, la revelación más palmaria de que la «violencia de género» es una elucubración mental y artificial del feminismo, decidida a instrumentalizar a la Justicia y todo el sistema punitivo de los estados para conseguir sus derechos no luchando al lado del hombre sino en contra de éste.
MIENTRAS SE ATAQUE AL HOMBRE EN EXCLUSIVA COMO RAÍZ DEL PROBLEMA, CAUSA DE TODOS LOS MALES Y SE LE ACOSE BUSCANDO SU DESTRUCCIÓN, LOS ASESINATOS SE INCREMENTARÁN POR MUCHAS MEDIDAS COACTIVAS QUE SE ARBITREN
Su incapacidad para acabar con las muertes en el seno de la pareja demuestra, por otra parte, que el fenómeno es más amplio y complejo del «dominio del hombre sobre la mujer», aunque en algún caso pueda ser el desencadenante.
Y en tercer lugar evidencia algo más lamentable aún. Mientras haya hombres y mujeres celosos, las enfermedades mentales sigan existiendo y no haya hombres y mujeres capaces de tolerar o permitir la infidelidad de su pareja habrá asesinatos y crímenes pasionales, que es el término que debería usarse en la mayoría de los casos. Por muchas leyes y códigos que se pongan en marcha y por muchas campañas de «tolerancia cero» que se establezcan desde los poderes públicos la violencia en la pareja sólo se va a atenuar con campañas de sensibilización y educación. Todo lo demás sobra.
Por eso no estaría de más que nuestros padres de la patria se volvieran todos ellos, aunque fuera por un extraño milagro, un poco más juriscultos, sensatos y responsables y suprimieran de un plumazo ─ que como son unos valientes ya se sabe no lo van a hacer─ la llamada Ley de Violencia de Género, una diabólica máquina infernal que sólo sirve para destruir familias, generar odios, incrementar los divorcios e incentivar el número de muertes cada año, sin lograr la emancipación ni la liberación social y económica de la mujer.