En mi artículo anterior hacía referencia a cómo los delitos relacionados con el ámbito familiar (peleas, agresiones o asesinatos por celos, enfermedades mentales, rencores, odios africanos, embarazos no deseados, alcoholismo, abandono de hogar, infidelidad conyugal, enajenaciones mentales transitorias o cualquier otro motivo) se les llamó siempre en castellano crímenes pasionales.
Agregaba que a partir del III Congreso del Feminismo Radical Mundial, celebrado en China bajo el auspicio de las Naciones Unidas, se acuñó un nuevo concepto para definir las desavenencias conyugales: violencia de género, que suponía un cambio radical de las relaciones de pareja: el hombre era enemigo de la mujer, la sometía y cuando esta se revelaba la mataba. La mujer, en cambio, era una santa y si alguna vez se cargaba al marido (el 40 por ciento de los delitos los cometen mujeres) era siempre violencia de reacción, al no poder soportar por más tiempo la chulería y las presiones del macho.
Sobre esta nueva filosofía el Congreso de los Diputados construyó la Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, encaminada a dar una superprotección a la mujer y culpabilizar al varón por le hecho de serlo, sin juicios previos e incluso con condenas favorables.
Añadía además que esta Ley, encaminada a destruir al hombre más que a reeducarlo y reintegrarlo en sociedad en los casos en que hubiera delinquido (base de todo nuestro derecho procesal y penal y de nuestro derecho penitenciario), ha destruido total o parcialmente las vidas de un millón de varones en el plazo de cinco años, sin que nadie le haya indemnizado por las decenas de miles de denuncias falsas que se producen, del abuso de la Ley hecha por jueces y magistrados, y por la marginación social que suponen las penas de alejamiento o destierro, el desarraigo social, empresarial , etc.
Falta por contar, sin embargo, algo de lo que no se habla habitualmente. Por su forma de vida y otras razones que sería largo enumerar, desde que nace hasta que muerre el hombre está entre 5 y 7 veces más expuesto a la muerter que la mujer. A ello ha venico a unirse ahora la nefasta Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, que ha venido a incrementar las muertes violentas, bien sean por asesinato o suicidio. Veamos globalmente el asunto del riesgo que comporta haber nacido varón:
EL HOMBRE ESTA VARIAS VECES MÁS EXPUESTO A LA MUERTE DESDE QUE NACE HASTA QUE FALLECE. LA LEY DE VIOLENCIA DE GÉNERO HA VENIDO A AGRAVAR ESTA PROBLEMA
Según el censo de población de los Estados Unidos correspondiente a 1950 y 1960, aunque se concebían por entonces niños varones por cada 100 niñas, las población en general es de 95 varones por 105 niñas.
Según el U.S. National Center for Health Statistics, se producen 105 muertes de fetos varones por cada 100 fetos de hembras salvo en China.
A cualquier edad, desde el nacimiento hasta la muerte, la tasa de mortalidad del hombre es significativamente más elevada que la de la mujer.
De acuerdo con el U.S. National Center of Statistics citado, desde el nacimiento hasta el primer año de vida la tasa de mortalidad del hombre es un 30 por ciento más elevada que la de la mujer. Desde los 15 a los 19 años, un 150 y de los 20 a los 24 un 200 por ciento, porcentaje que se mantiene hasta la muerte del varón.
Según un informe de la Universidad de Harvard recogido por los Ángeles Times, en 1920 la esperanza de vida de una mujer sobre la del hombre era de un año. En 1990 había aumentado a los 9 años y dentro de 50 años habrá 150 mujeres por 100 hombres de edad avanzada, por lo que habrá que legalizar la poligamia.
Aunque no hay superioridad biológica de la mujer sobre el hombre (los varones tienen más capacidad cardiaca y pulmonar) y a que la persona más longeva fue Matusalén, el estrés, los hábitos fisiológicos, las presiones sicológicas y emocionales hacen que la mujer sobreviva al hombre en todos los periodos de la vida.
Los hombres acuden 25 por ciento de veces menos al médico que la mujer, cuando lo hacen suelen llegar en un 15 por ciento de los casos en situación irreversible.
En consecuencia, el hombre tiene 5 posibilidades más que la mujer de morir por enfisema pulmonar, bronquitis o asma, dos veces más por enfermedades cardiovasculares o cirrosis hepática, arterioesclerosis, neumonía o gripe.
Según las estadísticas de la Sociedad Americana del Cáncer, la tasa de mortalidad de los varones por cáncer es un 40 por ciento más elevada que la de las mujeres y un 60 por ciento más en enfermedades de esófago y pulmón.
Los hombres mueren un 800 por ciento más que las mujeres en incendios forestales, trabajos en minas, hundimiento de buques, casi un 3000 más en accidentes laborales de la construcción; entre 10 y quince veces más defendiendo el hogar (la mujer habitualmente se esconde debajo de la cama) frente a atracadores, la fábrica, el banco, o los bienes privativos de la familia.
Los varones mueren quince veces más que las mujeres por accidentes de tráfico para no llegar tarde al trabajo y cuatro en accidentes de tráfico familiares de fin de semana.
Los hombres tienen siete veces más posibilidades de ser arrestados por drogas, tres por embriaguez, nueve por daños a propiedades, once por juego ilegal y seis por provocar un accidente de tráfico.
En España, un 40 por ciento de los hombres fallecen entre el primero y el quinto año tras la edad de jubilación. En las mujeres ese porcentaje es inferior por el mayor apoyo familiar y social (las amigas) que reciben.
Según un informe de la Sociedad Española se Siquiatría celebrado recientemente en Barcelona, un hombre tiene varias posibilidades más que su ex conyugue de fallecer tras un proceso de separación y divorcio que una mujer. La sociedad Americana de Psiquiatría cifra este porcentaje en un 3’2 por ciento, dato que se incrementa a partir de los cincuenta años.
Tras la aplicación de la Ley de Violencia de Género en España, los suicidios de hombres que matan a sus mujeres se han disparado por encima del 30 por ciento en los cinco últimos años y va en incremento.
Hasta los 24 años la tasa de suicidios masculinos supera tres veces a las de las mujeres. Por encima de los 65 años, es cinco veces superior. Tras un proceso de separación pasados los sesenta los suicidios se incrementan exponencialmente.
La dependencia del hombre divorciado de una mujer es 3’5 por ciento más que la de su ex esposa que puede tardar hasta 10 años en iniciar nuevas relaciones. Por eso la mayoría de los hombres rehacen su vida antes de los 6 meses de la separación o la posibilidad de suicidio se incrementa al no poder hacer frente a la soledad.
Según la sociedad Americana de Psiquiatría, las mujeres intentan suicidarse 4 veces más que los hombres, pero los hombres se matan tres veces más.
Datos extraoficiales de los registros civiles españoles revelan que más del 30 por ciento de los accidentes de circulación en que viaja un hombre sólo tras un proceso de separación y divorcio encubre un suicidio.
En España el 60 por ciento de las mujeres que asesinan a sus maridos cumplen entre 1 y 2 años de cárcel, aunque hayan sido condenadas a largas penas, y el 40 por ciento restante no pasa en prisión ni un año de prisión preventiva.
El 90 por ciento de las mujeres que agreden a sus maridos (lesiones graves, homicidios frustrados, homicidios) tienen 56 veces más que los hombres que el asunto sea abordado por un tribunal como «violencia de reacción» o «muerte accidental», aunque los informes forenses afirmen lo contrario, que la trayectoria del arma homicida y la presión ejercida sobre la misma demuestren que no se trataba de un acto de intimidación, defensa propia violencia accidental.
El trato favorable en beneficio de la mujer no es exclusivamente español. Cuando se abolió temporalmente la pena capital en Estado Unidos se vio que sólo 30 de las 3.294 mujeres que había en el corredor de la muerte (el 1 por ciento) habían sido ejecutadas, frente al 63 por ciento de los hombres.
Todo lo cual demuestra que, al margen de los fallecidos en guerras, el rol que el hombre ha venido ejerciendo tradicionalmente en la sociedad conlleva un riesgo siete veces mayor de muertes por enfermedades, asaltos, accidentes, suicidios y otras causas.
HASTA LOS MARICONAZOS Y BUJARRONES TIENEN CINCO VECES MÁS POSIBILIDADES DE SER AGREDIDOS POR ULTRAS QUE LAS BENDITAS LESBIANAS
La protección y ayuda que el hombre recibe del Estado en todas estas circunstancias es prácticamente cero, salvo hasta hace unos meses en que se puso en marcha una campaña para prevenir el cáncer de próstata. En cambio, el Instituto de las Mujer lleva casi una década promoviendo la detección temprana del cáncer de mama y útero, especialmente entre las separadas.
Todo lo cual revela que a los poderes del Estado encargados de velar por la salud y el bienestar de la sociedad el varón le importa un pimiento. A los hombres, habría que decir, que los parta un rayo. Incluso los maricones tienen cinco veces más riesgo de ser agredidos por grupos ultras que las lesbianas, a las que apenas se les nota su condición sexual, salvo que vayan cogidas de la mano o les de por morrearse.
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