Hace ya no se cuentos años
anduve por Brasilia (capital del Basil) a donde acudí a entrevistarme con
Alfredo Stroessner en el exilio desde 1989. Tras peder el poder en un golpe de estado dado
por su consuegro, el general Andrés Rodríguez, (quién asesinó a más personas en una noche que
Stroessner en 35 años de dictadura), pretendía el dictador que escribiera una
biografía sobre su vida. Y que la titulara «Yo el Supremo II», emulando a Augusto
Roa Bastos.
Entre otras muchas cosas, me
contó que tenía un funcionario para que le amoldara los zapatos a sus pies y no
sufrir callos ni raspaduras, otro para que probara los alimentos y no le
envenenaran. Que estaba casado con una maestra de escuela que parecía una campesina,
Eligia Mora, ya que una de sus costumbres era andar descalza por el palacio
porque nunca se había acomodado a la vida social. Se vanagloriaba igualmente de
haber apoyado no menos de seis golpes de estado de otros tantos generales que
le precedieron en el poder. Y de haber tomado las medidas necesarias rompiendo
el Partido Colorado para que eso no le ocurriera a él cuando sus conmilitones
le eligieron para regir los destinos del país.
Su gran desgracia había sido su
hijo mayor, Gustavo, al que nombró jefe de las fuerzas armadas del país y al
que llamaban la coronela, hasta que su consuegro le liberó de tan pesada carga.
«De mi segundo hijo Freddy (Hugo
Alfredo), casado con Myrtha, la hija
del general Rodríguez, siempre estuve orgulloso. Aunque se suicidara en 1993 al
no poder soportar a su suegro y lo que me había hecho a mi. Pero Gustavo no me
ha dado nada más que disgustos. ¡No sabe usted lo duro que es tener un hijo
marica!, me contó.
Otra de sus excentricidades era
que financiaba de su propio bolsillo un colegio de niñas, educadas por
religiosas, donde ostentaba el privilegio de desflorar a las jóvenes más
atractivas.
─ ¿Usted pretende que yo cuente
eso?
─ ¿Y por qué no? Las niñas de
aquel colegio al menos podían comer decentemente.
─- Hombre, pero eso de ejercer
el derecho de pernada, como en la Edad Media.
─ Pero, ¿de qué derecho de
pernada me habla? Si yo tuve siempre todas las mujeres que quise. Y sin forzar a
ninguna. En las recepciones, en los desfiles militares, por todos los lugares
por los que transitaba se presentaban a mis ayudantes madres ofreciéndome a sus
hijas doncellas para que las desvirgara.
─ No pretenderá que me lo crea…
─ No pretendo nada. Prefiero que
vaya usted a Paraguay, pregunte y lo compruebe. Es más, le dirán que las
mujeres que me cogía siempre las dejé bien colocadas. Las casaba con mis
ministros.
─ Entonces,
¿pretende usted decirme que es casi como una especie de padre de la patria?
─ Exacto. En cierta manera soy
el padre de la patria… La mayoría de las personas que están en el poder son
parientes míos. O lo serán porque se casarán con mis descendientes.
También me habló del embajador
de España en Paraguay, Ernesto Giménez Caballero, un falangista que les escribía
sus discursos cargados de pasión, ardor y patriotismo barato. Y me hizo una
confesión. «Cuando se fue de Paraguay hable con Manuel Aznar Zubigaray, el
abuelo de Aznar, para que le sustituyera. Y aunque el caudillo estaba dispuesto
a nombrarle embajador, no quiso venir aquí».
De vuelta a España, tras aquella
alucinante entrevista, unos meses apenas antes de la muerte del dictador, sentí
asco y repugnancia hacia un cierto tipo de políticos. Las mismas náuseas las
experimenté cuando Planeta me encargó que hiciera una biografía sobre José
María Aznar, el tiranosaurio del PP.
En los 9 meses que estuve
trabajando en el proyecto, jamás vi tantos signos seguidos de la degradación
humana, del servilismo; de la bajeza y de la falta de dignidad ante el poder.
Fue tal mi asco que si esa fuera única manifestación de la condición humana
ahora mismo renunciaría a considerarme persona.
El terror que inspiraba Aznar
entre sus más directos colaboradores era similar a la admiración que
experimentaba ante las bases del PP. El miedo era tal que ni uno sólo de sus
empleados de confianza era capaz de hablar por si mismo y expresar libremente
sus opiniones (salvo Rodrigo Rato y Josep Piqué) sin consultar previamente con
La Moncloa. La adulación, el vasallaje y la bajeza llegaban hasta tal punto que
en un momento dado, con el fin de poder avanzar, convencí a Ángel Acebes,
coordinador general entonces del PP, de que fuera él quien otorgara los «permisos».
LA DERECHA ESPAÑOLA HA CREÍDO SIEMPRE QUE LOS DEMÁS LES DEBEMOS LA VIDA Y ELLOS ESTÁN LEGITIMADOS PARA HACER CON EL PATRIMONIO PUBLICO LO QUE LES DE LA GANA
La peor imagen de todas la
guardo, como no podría ser de otra manera, de Mariano Rajoy Brey. Tras
preguntarme mil veces qué habían dicho los demás, empezó a hablarme de Aznar
colocándolo en un pedestal tan alto que ninguno de los dioses del Olimpo le
hubiera ganado en sabiduría, don de gentes, capacidad de trabajo y poderío
Lo más deleznable de lo que
recuerdo fue que cuando concluí la entrevista el sujeto, que casi no me conocía
de nada, se empeño en convencerme de que le hablara bien de él a Aznar, como si
yo tuviera algún tipo de ascendencia sobre un tipo osco, maleducado, hijo
ilegítimo de la soberbia, la ambición, la vanidad, la ramplonería, la gula
(frente a lo que yo mismo he escrito) y la imbecilidad todas ellas escondidas
tras el bigote de un tipo que en Estados Unidos pasaría por un enano musculoso,
pero enano no se si incluso mental.
Tras aquella propuesta inaudita,
sentí tal vergüenza ajena que obviamente me olvidé del asunto. Pero jamás he
podido sobreponerme a la sensación de que estuve ante un tipo indeciso (que
necesitaba que alguien permanentemente lo valorara ante sus superiores), frustrado,
trepa, apocado, retraído, con pavor a que no se le tuviera en cuenta, y al
mismo tiempo ambicioso y vanidoso de si mismo hasta límites que rayan la
soberbia y el endiosamiento.
¿A cuento de qué coño les estoy
contando yo todo esto?... Ah, si, entienden ustedes ahora por qué el tipo del
bigote se va de gorra a jugar al golf en el Club de Campo Villa de Madrid. Bueno,
pues ahí quería llegar. El hecho de que ahora, cuando lo pillan in fraganti decida abonar en 24 horas los
12.000 euros que llevaba sin pagar dos años largos no les exonera en manera alguna
del trinque, del choriceo más ramplón, ni restituye su honorabilidad, ni le libra
de que alguien pueda decir de él que es un “tipo indecente”. Lo único que le diferencia
de Stroessner es que no le dio por instalar un puticlub particular, como su amigo
Silvio Berlusconi.
La izquierda española tendrá sus
defectos, que los tiene, pero la derecha les gana por goleada. Todos ellos sin
excepción se creen el centro del universo, que el mundo les pertenece y que los
ciudadanos de a pie debemos rendirles vasallaje y pleitesía. Aunque el único
mérito que hayan hecho para ganarlo es rodearse de pelotas, de individuos sin
criterio, melifluos, serviles; de aduladores, dispuestos a aplaudir siempre sus
simplezas y sus imbecilidades.
¡Y luego hay quien dice que la
culpa de lo que nos ocurre es de Ángela Merkel!
No me cuadra esta descripcion que hace ahora tantos años despues.
ReplyDeleteA mi me deslumbro aquel libro suyo "El dinero del poder".
Pero le perdi el respeto profesional cuando publico con la señora Isabel Duran aquellos libros "El saqueo de España " que tenian toda la pinta de ser dossieres entregados en manos por Miguel Angel Rodriguez,aquel portavoz zascandil.Aun les recuerdo a ustedes dos en una entrevista con Antonio Herrero hablando de una maqueta de 6000 euros que se habian encontrado en el despacho del ex ministro Borrell.Y eso en una epoca en la que el recien estrenado gobierno de Aznar comenzaba la Privatizacion-Expolio de las entonces empresas publicas.Demasiada gente adicta se forro aquella epoca en la Telefonica,Endesa,Tabacalera...pero ustedes dos que presumian de "periodismo de investigacion" nunca dijeron nada.Lo suyo fue hacer de buzon acritico de filtraciones demasiado interesadas.