Wednesday, April 3, 2013

STROESSNER, AZNAR, RAJOY Y EL «DERECHO AL CHORICEO»




Hace ya no se cuentos años anduve por Brasilia (capital del Basil) a donde acudí a entrevistarme con Alfredo Stroessner en el exilio desde 1989.  Tras peder el poder en un golpe de estado dado por su consuegro, el general Andrés Rodríguez,  (quién asesinó a más personas en una noche que Stroessner en 35 años de dictadura), pretendía el dictador que escribiera una biografía sobre su vida. Y que la titulara «Yo el Supremo II», emulando a Augusto Roa Bastos.
Entre otras muchas cosas, me contó que tenía un funcionario para que le amoldara los zapatos a sus pies y no sufrir callos ni raspaduras, otro para que probara los alimentos y no le envenenaran. Que estaba casado con una maestra de escuela que parecía una campesina, Eligia Mora, ya que una de sus costumbres era andar descalza por el palacio porque nunca se había acomodado a la vida social. Se vanagloriaba igualmente de haber apoyado no menos de seis golpes de estado de otros tantos generales que le precedieron en el poder. Y de haber tomado las medidas necesarias rompiendo el Partido Colorado para que eso no le ocurriera a él cuando sus conmilitones le eligieron para regir los destinos del país.
Su gran desgracia había sido su hijo mayor, Gustavo, al que nombró jefe de las fuerzas armadas del país y al que llamaban la coronela, hasta que su consuegro le liberó de tan pesada carga. «De mi segundo hijo Freddy (Hugo Alfredo), casado con Myrtha, la hija del general Rodríguez, siempre estuve orgulloso. Aunque se suicidara en 1993 al no poder soportar a su suegro y lo que me había hecho a mi. Pero Gustavo no me ha dado nada más que disgustos. ¡No sabe usted lo duro que es tener un hijo marica!, me contó.
Otra de sus excentricidades era que financiaba de su propio bolsillo un colegio de niñas, educadas por religiosas, donde ostentaba el privilegio de desflorar a las jóvenes más atractivas.
─ ¿Usted pretende que yo cuente eso?
─ ¿Y por qué no? Las niñas de aquel colegio al menos podían comer decentemente.
─- Hombre, pero eso de ejercer el derecho de pernada, como en la Edad Media.
─ Pero, ¿de qué derecho de pernada me habla? Si yo tuve siempre todas las mujeres que quise. Y sin forzar a ninguna. En las recepciones, en los desfiles militares, por todos los lugares por los que transitaba se presentaban a mis ayudantes madres ofreciéndome a sus hijas doncellas para que las desvirgara.
─ No pretenderá que me lo crea…
─ No pretendo nada. Prefiero que vaya usted a Paraguay, pregunte y lo compruebe. Es más, le dirán que las mujeres que me cogía siempre las dejé bien colocadas. Las casaba con mis ministros.
─ Entonces, ¿pretende usted decirme que es casi como una especie de padre de la patria?
─ Exacto. En cierta manera soy el padre de la patria… La mayoría de las personas que están en el poder son parientes míos. O lo serán porque se casarán con mis descendientes.
También me habló del embajador de España en Paraguay, Ernesto Giménez Caballero, un falangista que les escribía sus discursos cargados de pasión, ardor y patriotismo barato. Y me hizo una confesión. «Cuando se fue de Paraguay hable con Manuel Aznar Zubigaray, el abuelo de Aznar, para que le sustituyera. Y aunque el caudillo estaba dispuesto a nombrarle embajador, no quiso venir aquí».
De vuelta a España, tras aquella alucinante entrevista, unos meses apenas antes de la muerte del dictador, sentí asco y repugnancia hacia un cierto tipo de políticos. Las mismas náuseas las experimenté cuando Planeta me encargó que hiciera una biografía sobre José María Aznar, el tiranosaurio del PP.
En los 9 meses que estuve trabajando en el proyecto, jamás vi tantos signos seguidos de la degradación humana, del servilismo; de la bajeza y de la falta de dignidad ante el poder. Fue tal mi asco que si esa fuera única manifestación de la condición humana ahora mismo renunciaría a considerarme persona.
El terror que inspiraba Aznar entre sus más directos colaboradores era similar a la admiración que experimentaba ante las bases del PP. El miedo era tal que ni uno sólo de sus empleados de confianza era capaz de hablar por si mismo y expresar libremente sus opiniones (salvo Rodrigo Rato y Josep Piqué) sin consultar previamente con La Moncloa. La adulación, el vasallaje y la bajeza llegaban hasta tal punto que en un momento dado, con el fin de poder avanzar, convencí a Ángel Acebes, coordinador general entonces del PP, de que fuera él quien otorgara los «permisos».

LA DERECHA ESPAÑOLA HA CREÍDO SIEMPRE QUE LOS DEMÁS LES DEBEMOS LA VIDA Y ELLOS ESTÁN LEGITIMADOS PARA HACER CON EL PATRIMONIO PUBLICO LO QUE LES DE LA GANA

La peor imagen de todas la guardo, como no podría ser de otra manera, de Mariano Rajoy Brey. Tras preguntarme mil veces qué habían dicho los demás, empezó a hablarme de Aznar colocándolo en un pedestal tan alto que ninguno de los dioses del Olimpo le hubiera ganado en sabiduría, don de gentes, capacidad de trabajo y poderío
Lo más deleznable de lo que recuerdo fue que cuando concluí la entrevista el sujeto, que casi no me conocía de nada, se empeño en convencerme de que le hablara bien de él a Aznar, como si yo tuviera algún tipo de ascendencia sobre un tipo osco, maleducado, hijo ilegítimo de la soberbia, la ambición, la vanidad, la ramplonería, la gula (frente a lo que yo mismo he escrito) y la imbecilidad todas ellas escondidas tras el bigote de un tipo que en Estados Unidos pasaría por un enano musculoso, pero enano no se si incluso mental.
Tras aquella propuesta inaudita, sentí tal vergüenza ajena que obviamente me olvidé del asunto. Pero jamás he podido sobreponerme a la sensación de que estuve ante un tipo indeciso (que necesitaba que alguien permanentemente lo valorara ante sus superiores), frustrado, trepa, apocado, retraído, con pavor a que no se le tuviera en cuenta, y al mismo tiempo ambicioso y vanidoso de si mismo hasta límites que rayan la soberbia y el endiosamiento.
¿A cuento de qué coño les estoy contando yo todo esto?... Ah, si, entienden ustedes ahora por qué el tipo del bigote se va de gorra a jugar al golf en el Club de Campo Villa de Madrid. Bueno, pues ahí quería llegar. El hecho de que ahora, cuando lo pillan in fraganti decida abonar en 24 horas los 12.000 euros que llevaba sin pagar dos años largos no les exonera en manera alguna del trinque, del choriceo más ramplón, ni restituye su honorabilidad, ni le libra de que alguien pueda decir de él que es un “tipo indecente”. Lo único que le diferencia de Stroessner es que no le dio por instalar un puticlub particular, como su amigo Silvio Berlusconi.
La izquierda española tendrá sus defectos, que los tiene, pero la derecha les gana por goleada. Todos ellos sin excepción se creen el centro del universo, que el mundo les pertenece y que los ciudadanos de a pie debemos rendirles vasallaje y pleitesía. Aunque el único mérito que hayan hecho para ganarlo es rodearse de pelotas, de individuos sin criterio, melifluos, serviles; de aduladores, dispuestos a aplaudir siempre sus simplezas y sus imbecilidades.
¡Y luego hay quien dice que la culpa de lo que nos ocurre es de Ángela Merkel!

1 comment:

  1. No me cuadra esta descripcion que hace ahora tantos años despues.

    A mi me deslumbro aquel libro suyo "El dinero del poder".

    Pero le perdi el respeto profesional cuando publico con la señora Isabel Duran aquellos libros "El saqueo de España " que tenian toda la pinta de ser dossieres entregados en manos por Miguel Angel Rodriguez,aquel portavoz zascandil.Aun les recuerdo a ustedes dos en una entrevista con Antonio Herrero hablando de una maqueta de 6000 euros que se habian encontrado en el despacho del ex ministro Borrell.Y eso en una epoca en la que el recien estrenado gobierno de Aznar comenzaba la Privatizacion-Expolio de las entonces empresas publicas.Demasiada gente adicta se forro aquella epoca en la Telefonica,Endesa,Tabacalera...pero ustedes dos que presumian de "periodismo de investigacion" nunca dijeron nada.Lo suyo fue hacer de buzon acritico de filtraciones demasiado interesadas.

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