DE UNA UN OTRA MANERA CAMINAMOS HACIA EL DESASTRE. EL PAIS NO PUEDE HACER FRENTE A DOS GRANDES CRISIS AL MISMO TIEMPO
Por primera vez en muchos años, la nación se encuentra en una de las grandes encrucijadas de la historia. Por una vía o por otra la economía española ─ que no levanta cabeza desde los tiempos de los Reyes Católicos─ camina inexorablemente hacia la quiebra, la intervención europea, la expulsión del Euro o todos los males a la vez.
Existe todavía, sin embargo, mucha gente ingenua que piensa lo contrario. Es preciso abrirle los ojos: este país no tiene solución a corto plazo y estamos abocados a volver a los años 10 y 20 del siglo XX: los de la postración, la melancolía y del pesimismo por los males de España tras la perdida de las últimas colonias que reflejan en sus libros los escritores de la Generación del 98.
El primer mal que aflige a las cuentas públicas es el déficit del Estado y la deuda pública que, como decía Felipe González recientemente no son alarmantes. Debe estar en torno al 55.2 por ciento del PIB, sin tener en cuenta la deuda oculta de las comunidades autónomas por medio de sus empresas públicas, que pueden sumar otros tres o cuatro puntos. No es alarmante, digo, en relación con la deuda italiana, que se cifra en torno al 115 por ciento o la de Bélgica (97.9 por ciento), aunque numerosas instituciones nacionales e internacionales, desde la Carnegie Fundación de Washington, hasta el Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, Ecofín, OCDE no ocultan el riesgo de que esta pueda crecer exponencialmente en un par o tres de años (la OCDE y el Fondo Monetario Internacional la cifran en un 66.9 por ciento del PIB en 2011) y que la solvencia del Reino de España haga imposible incluso el pago de los intereses.
Lo verdaderamente preocupante es el otro punto de corte de la tenaza, es decir, deuda privada de los españoles, la más alta del mundo occidental, que suele cifrarse en 200.000 millones de euros, que un alto porcentaje de familias deben a los bancos españoles y estos, a su vez, a las entidades financieras europeas (especialmente a las alemanas), al carecer de liquidez para hacer frente a la demanda de dinero entre 1999 y 2008.
Fue este un dinero que sirvió en los llamados años de bonanza, en la etapa del milagro económico español, que ni José María Aznar ni Rodrigo Rato se han creído nunca, no en productividad, no en crear empresas saneadas y competitivas para vender en el exterior sino para construir casas pagadas a precios astronómicos (hay que tener en cuenta que en el último decenio hasta 2008 el precio de la vivienda en España se duplicó) y para incrementar al mismo tiempo el déficit público con obras faraónicas escasamente rentables.
Decía Luis Vals Taberner, ese gran banquero y presidente del Banco Popular, hasta su fallecimiento que nunca le daba dinero a los pobres: «Esto es intolerable. Le das veinte duros (hablo de los tiempos de María Castaña, claro) para que coman y al rato te los encuentras fumándose un puro».
Y él que era del Opus Dei tenía más razón que un santo. El llamado "milagro español" no ha tenido otro origen que los Fondos Estructurales y de Cohesión y, a partir de ahí, la gran estupidez de toda la banca europea ha sido prestarle dinero a las cajas de ahorro y a los bancos españoles para que se los gastaran en construir centenares de miles de casas a precios exorbitados (en 2006 España construyó más viviendas que Francia, Italia, Gran Bretaña y Alemania juntas), sin saber cómo los clientes de las entidades financieras podían hacer frente a los altos precios de las viviendas.
De ahí que en Europa lo que verdaderamente preocupa a corto plazo no es la deuda pública del estado español sino la deuda privada del conjunto de la población. Los últimos coletazos de la bolsa, donde los bancos han sido los valores más afectados del Ibex 35, así lo revelan. Pero es que el nerviosismo del sistema financiero europeo, atrapado en su conjunto, ha llegado a tales niveles de inquietud que el jueves pasado la edición alemana del Financial Times Deutschland hablara de una nueva intervención de la Unión Europea para impedir «la quiebra de España, después de la de Grecia».
Las razones estaban en las últimas turbulencias bursátiles que había azotado a la deuda pública española, colocando la prima de emisión 200 punto por encima de la alemana, y la incidencia que este fenómeno había tenido en la renovación de los créditos a los bancos españoles, a los que se exigía el pago a intereses similares ─una especie de tasa de equivalencia─ a los de las administraciones públicas. « [Debido a la incapacidad de las cajas de ahorro y la banca española para hacer frente a los nuevos tipos de intereses], desde hace días el comercio interbancario del sur de Europa está prácticamente bloqueado», afirma el diario.
Pedro J. Ramírez, el espabilado director de El Mundo, dispuesto siempre a echarle una mano a Zapatero, no se sabe si a la cartera o a alguna otra parte, mandó enseguida a su hija María Ramírez a preguntar a la Unión Europea. No había planes de rescate en marcha para salvar a España de ningún precipicio ni apocalipsis cercano, porque aquí las cosas marchan a pedir de boca, vino a decir el periodista de cámara del individuo más preclaro que ha dado León desde el león de la Metro.
Lo cual es falso de toda falsedad. La crisis del Reino de España, pese a quien pese, constituye un círculo infernal del que es casi imposible salir sin pasar por el quirófano. Con una economía aprisionada por los dos filos de corte de una tenaza, en uno la deuda pública y en el otro la privada, la situación no puede ser más catastrófica.
Con el riesgo añadido de que si se aprieta desde el Estado demasiado una de las patas para evitar la quiebra del sector público, incrementando los impuestos hasta convertirlos en confiscatorios (IVA, IRPF, inversiones de capital), recortando los salarios a los funcionarios y el poder adquisitivo a los pensionistas, son los ciudadanos quienes no pueden pagar sus hipotecas y quiebra el sistema financiero español y, por extensión, una buena parte del europeo. Y si no se incrementan los impuestos y se pone en marcha un draconiano plan de estabilización, es el otro filo de la tenaza en que se colapsa.
La situación, poco conocida en España, no es nueva. El primero en darse cuenta de ella fue el Grupo Santander y su presidente Emilio Botín quien para evitar el problema que se le venía encima, lanzó a comienzos de año la campaña Depósito Ganador con la que ha captado 30.000 millones de Euros al 4 por ciento de interés en sólo dos meses, lo que le permitirá ir haciendo frente a los pagos del mercado interbancario europeo.
No es esta, sin embargo, la situación del resto de las cajas de ahorro y de la banca, en franca bancarrota a poco que sus colegas europeos exijan el rescate de los préstamos. La caída hacia el precipicio, por lo tanto, parece casi segura salvo que Ángela Merkel, el Bundesbank y el Banco Central Europeo salgan al rescate de la banca española para salvar el Deutsche Bank al Commerzbank o a Allianz, las tres entidades financieras más expuestos por la financiación por medio del interbancario de los activos tóxicos españoles.
Zapatero, entre tanto, en las antípodas, pensando que el coche eléctrico --que solo anda a 40 millas por hora-- nos va a salvar de la crisis cuando el presidente de Toyota acaba de anunciar que sus primeros prototipos estarán listos en 2015 para salir a la venta en 2016 en Estados Unidos. Al genio de León no sólo le falta visión de futuro, sino repasar un poco la historia de España y de su propio partido y recordar una célebre frase de Indalecio Prieto al contemplar el auge de la provincia de Vizcaya tras la "fiebre del hierro" en las minas de Somorrostro. "Con diez o quince empresarios como Horacio Echevarrieta o Ramón de la Sota España estaría salvada durante un par de siglos".
Es lo mismo, más modestamente, pienso yo. El cuadro siguiente revela que en España sobran políticos, analistas sin puñetera idea de nada, autonomías, ayuntamientos, sindicatos, o empresarios especuladores como Alberto Alcocer y Alberto Cortina (Los Albertos), Florentino Pérez o José Miguel Villar Mir. Frente a Alemania que resurgió de las cenizas en 1945 gracias al esfuerzo y sacrificio de sus empresarios y no al Plan Marshal ─ Europa gastaba en defensa tras la contienda bastante más que todas las ayudas americanas ─ en España pasamos del tráfico de esclavos de finales del siglo XIX, a la explotación de las minas de hierro de Vizcaya y a los telares de Cataluña, todo ello en régimen de exenciones fiscales librecambismo para vender fuera y monopolio en el mercado interior para acabar en la nada.
Y todo porque carecemos, salvo excepciones, de una clase empresarial no especulativa al estilo de de Henry Ford, Cornelius Vanderbilt, John D. Rockefeller o David Rockefeller, August Thyssen, William Gates, Warren Buffet, entre otros. Con dos o tres docenas de empresarios al estilo de Emilio Botín o como César Alierta, presidente de Telefónica, por poner los dos únicos ejemplos posibles, que sepan mirar al futuro y pensar con perspectiva la nación estaría a salvo.
Porque pensar que con buscar el equilibrio presupuestario en las cuentas públicas y privadas (asunto que nos llevará probablemente una década o más) el país va a marchar por si solo como la seda, sin contar con grandes emprendedores que tiren del carro, de la economía y busquen brechas de mercado en Brasil, China o India, es una utopia más. Con 17 estados en uno, unos sindicatos del siglo XIX, un socialismo obsesionado sólo por el Estado del Bienestar, 3 millones de parados estructurales, y sin apenas genios de las finanzas o de los negocios, no sólo no nos vamos a comer el mundo sino que estaremos igual o bastante peor.
Tal vez la más trágica de un país que lleva más de un siglo ensimismado en si mismo (ahora sin salir de Europa, que es casi tanto como como volver a la vieja autarquía franquista aunque un poco más grande, ya que en el Viejo Continente vendemos en 65 por ciento de nuestras exportaciones), bajo el pesimismo y el sentimiento trágico de la vida que ha sido la constante de los últimos siglos, desde los Tercios de Flandes.
El primer mal que aflige a las cuentas públicas es el déficit del Estado y la deuda pública que, como decía Felipe González recientemente no son alarmantes. Debe estar en torno al 55.2 por ciento del PIB, sin tener en cuenta la deuda oculta de las comunidades autónomas por medio de sus empresas públicas, que pueden sumar otros tres o cuatro puntos. No es alarmante, digo, en relación con la deuda italiana, que se cifra en torno al 115 por ciento o la de Bélgica (97.9 por ciento), aunque numerosas instituciones nacionales e internacionales, desde la Carnegie Fundación de Washington, hasta el Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, Ecofín, OCDE no ocultan el riesgo de que esta pueda crecer exponencialmente en un par o tres de años (la OCDE y el Fondo Monetario Internacional la cifran en un 66.9 por ciento del PIB en 2011) y que la solvencia del Reino de España haga imposible incluso el pago de los intereses.
Lo verdaderamente preocupante es el otro punto de corte de la tenaza, es decir, deuda privada de los españoles, la más alta del mundo occidental, que suele cifrarse en 200.000 millones de euros, que un alto porcentaje de familias deben a los bancos españoles y estos, a su vez, a las entidades financieras europeas (especialmente a las alemanas), al carecer de liquidez para hacer frente a la demanda de dinero entre 1999 y 2008.
Fue este un dinero que sirvió en los llamados años de bonanza, en la etapa del milagro económico español, que ni José María Aznar ni Rodrigo Rato se han creído nunca, no en productividad, no en crear empresas saneadas y competitivas para vender en el exterior sino para construir casas pagadas a precios astronómicos (hay que tener en cuenta que en el último decenio hasta 2008 el precio de la vivienda en España se duplicó) y para incrementar al mismo tiempo el déficit público con obras faraónicas escasamente rentables.
Decía Luis Vals Taberner, ese gran banquero y presidente del Banco Popular, hasta su fallecimiento que nunca le daba dinero a los pobres: «Esto es intolerable. Le das veinte duros (hablo de los tiempos de María Castaña, claro) para que coman y al rato te los encuentras fumándose un puro».
CON LOS FONDOS DE COHESIÓN NOS FUMAMOS UN PURO Y LUEGO A PEDIR DINERO A LOS BANCOS EUROPEOS PARA CONSTRUIR VIVIENDAS
Y él que era del Opus Dei tenía más razón que un santo. El llamado "milagro español" no ha tenido otro origen que los Fondos Estructurales y de Cohesión y, a partir de ahí, la gran estupidez de toda la banca europea ha sido prestarle dinero a las cajas de ahorro y a los bancos españoles para que se los gastaran en construir centenares de miles de casas a precios exorbitados (en 2006 España construyó más viviendas que Francia, Italia, Gran Bretaña y Alemania juntas), sin saber cómo los clientes de las entidades financieras podían hacer frente a los altos precios de las viviendas.
De ahí que en Europa lo que verdaderamente preocupa a corto plazo no es la deuda pública del estado español sino la deuda privada del conjunto de la población. Los últimos coletazos de la bolsa, donde los bancos han sido los valores más afectados del Ibex 35, así lo revelan. Pero es que el nerviosismo del sistema financiero europeo, atrapado en su conjunto, ha llegado a tales niveles de inquietud que el jueves pasado la edición alemana del Financial Times Deutschland hablara de una nueva intervención de la Unión Europea para impedir «la quiebra de España, después de la de Grecia».
Las razones estaban en las últimas turbulencias bursátiles que había azotado a la deuda pública española, colocando la prima de emisión 200 punto por encima de la alemana, y la incidencia que este fenómeno había tenido en la renovación de los créditos a los bancos españoles, a los que se exigía el pago a intereses similares ─una especie de tasa de equivalencia─ a los de las administraciones públicas. « [Debido a la incapacidad de las cajas de ahorro y la banca española para hacer frente a los nuevos tipos de intereses], desde hace días el comercio interbancario del sur de Europa está prácticamente bloqueado», afirma el diario.
Pedro J. Ramírez, el espabilado director de El Mundo, dispuesto siempre a echarle una mano a Zapatero, no se sabe si a la cartera o a alguna otra parte, mandó enseguida a su hija María Ramírez a preguntar a la Unión Europea. No había planes de rescate en marcha para salvar a España de ningún precipicio ni apocalipsis cercano, porque aquí las cosas marchan a pedir de boca, vino a decir el periodista de cámara del individuo más preclaro que ha dado León desde el león de la Metro.
Lo cual es falso de toda falsedad. La crisis del Reino de España, pese a quien pese, constituye un círculo infernal del que es casi imposible salir sin pasar por el quirófano. Con una economía aprisionada por los dos filos de corte de una tenaza, en uno la deuda pública y en el otro la privada, la situación no puede ser más catastrófica.
Con el riesgo añadido de que si se aprieta desde el Estado demasiado una de las patas para evitar la quiebra del sector público, incrementando los impuestos hasta convertirlos en confiscatorios (IVA, IRPF, inversiones de capital), recortando los salarios a los funcionarios y el poder adquisitivo a los pensionistas, son los ciudadanos quienes no pueden pagar sus hipotecas y quiebra el sistema financiero español y, por extensión, una buena parte del europeo. Y si no se incrementan los impuestos y se pone en marcha un draconiano plan de estabilización, es el otro filo de la tenaza en que se colapsa.
La situación, poco conocida en España, no es nueva. El primero en darse cuenta de ella fue el Grupo Santander y su presidente Emilio Botín quien para evitar el problema que se le venía encima, lanzó a comienzos de año la campaña Depósito Ganador con la que ha captado 30.000 millones de Euros al 4 por ciento de interés en sólo dos meses, lo que le permitirá ir haciendo frente a los pagos del mercado interbancario europeo.
No es esta, sin embargo, la situación del resto de las cajas de ahorro y de la banca, en franca bancarrota a poco que sus colegas europeos exijan el rescate de los préstamos. La caída hacia el precipicio, por lo tanto, parece casi segura salvo que Ángela Merkel, el Bundesbank y el Banco Central Europeo salgan al rescate de la banca española para salvar el Deutsche Bank al Commerzbank o a Allianz, las tres entidades financieras más expuestos por la financiación por medio del interbancario de los activos tóxicos españoles.
EL PROBLEMA DE LA NACIÓN ES QUE SOBRAN SEPARATISTAS Y ESPECULADORES Y FALTAN EMPRESARIOS DISPUESTOS A ARRIESGAR Y A SALIR FUERA COMO BOTIN O ALIERTA
Zapatero, entre tanto, en las antípodas, pensando que el coche eléctrico --que solo anda a 40 millas por hora-- nos va a salvar de la crisis cuando el presidente de Toyota acaba de anunciar que sus primeros prototipos estarán listos en 2015 para salir a la venta en 2016 en Estados Unidos. Al genio de León no sólo le falta visión de futuro, sino repasar un poco la historia de España y de su propio partido y recordar una célebre frase de Indalecio Prieto al contemplar el auge de la provincia de Vizcaya tras la "fiebre del hierro" en las minas de Somorrostro. "Con diez o quince empresarios como Horacio Echevarrieta o Ramón de la Sota España estaría salvada durante un par de siglos".
Es lo mismo, más modestamente, pienso yo. El cuadro siguiente revela que en España sobran políticos, analistas sin puñetera idea de nada, autonomías, ayuntamientos, sindicatos, o empresarios especuladores como Alberto Alcocer y Alberto Cortina (Los Albertos), Florentino Pérez o José Miguel Villar Mir. Frente a Alemania que resurgió de las cenizas en 1945 gracias al esfuerzo y sacrificio de sus empresarios y no al Plan Marshal ─ Europa gastaba en defensa tras la contienda bastante más que todas las ayudas americanas ─ en España pasamos del tráfico de esclavos de finales del siglo XIX, a la explotación de las minas de hierro de Vizcaya y a los telares de Cataluña, todo ello en régimen de exenciones fiscales librecambismo para vender fuera y monopolio en el mercado interior para acabar en la nada.
Y todo porque carecemos, salvo excepciones, de una clase empresarial no especulativa al estilo de de Henry Ford, Cornelius Vanderbilt, John D. Rockefeller o David Rockefeller, August Thyssen, William Gates, Warren Buffet, entre otros. Con dos o tres docenas de empresarios al estilo de Emilio Botín o como César Alierta, presidente de Telefónica, por poner los dos únicos ejemplos posibles, que sepan mirar al futuro y pensar con perspectiva la nación estaría a salvo.
Porque pensar que con buscar el equilibrio presupuestario en las cuentas públicas y privadas (asunto que nos llevará probablemente una década o más) el país va a marchar por si solo como la seda, sin contar con grandes emprendedores que tiren del carro, de la economía y busquen brechas de mercado en Brasil, China o India, es una utopia más. Con 17 estados en uno, unos sindicatos del siglo XIX, un socialismo obsesionado sólo por el Estado del Bienestar, 3 millones de parados estructurales, y sin apenas genios de las finanzas o de los negocios, no sólo no nos vamos a comer el mundo sino que estaremos igual o bastante peor.
Tal vez la más trágica de un país que lleva más de un siglo ensimismado en si mismo (ahora sin salir de Europa, que es casi tanto como como volver a la vieja autarquía franquista aunque un poco más grande, ya que en el Viejo Continente vendemos en 65 por ciento de nuestras exportaciones), bajo el pesimismo y el sentimiento trágico de la vida que ha sido la constante de los últimos siglos, desde los Tercios de Flandes.
Me parece que Botin y Alierta no son los m... Ver másás indicados para poner como ejemplo de nada, puesto que son dos de las cabezas visibles, de la Autarquía que dejo hilada Paquito (la oligarquía de los mercados regulados banca, electricidad, petróleo, gas y telecomunicaciones). Botin a concedido créditos a un montón de españoles sabiendo que los estaba engañando, como a chinos de los de antes, puesto que los pisos estaban envenenados con un 50% de sobre precio por la corrupción en el suelo, que todavía hay gente que se acuerda de estas cosas. Y tanto Botín como Alierta tenían medios de comunicación de sobra para informar a la ciudadanía del robo nacional, que han realizado todos los partidos políticos de este país, y del apalancamiento (endeudamiento) tan grande en el que estaba la economía Española para que la “Beautiful People” (Oligarcas y políticos) ganase lo que nadie se puede imaginar, son unos sinvergüenzas, mentirosos y ladrones, resumiendo unos hijos de la gran puta.
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