Hace apenas dos días, con motivo del pago de un rescate de entre 7 y 10 millones de euros al grupo terrorista Al Qaeda del Magreb Islámico a cambio de la liberación de los cooperantes catalanes Albert Villalta y Roque Pascual, escribí en este mismo blog un artículo titulado: «El Gobierno echa gasolina al fuego del terrorismo islámico al pagar la liberación de unos rehenes frente al resto de la comunidad internacional».
Apenas cuarenta y ocho horas más tarde, uno de los primos-hermanos de los terroristas árabes del Sahel, un talibán infiltrado entre las tropas españolas desplegadas en Afganistán asesinaba al capitán de la Guardia Civil José María Galera Córdoba, 33 años y natural de Albacete y al alférez del mismo cuerpo, Leoncio Bravo Picayo, de la misma edad, nacido en La Coruña y a un interprete nacionalizado español, Ataollah Taefi Kalili.
Los hechos ocurrían en la antigua base de la OTAN de Qala-i-Naw, capital de la provincia de Bagdhis, al noroeste del país, donde los dos oficiales del Instituto Armado, junto con otros compañeros estaban impartiendo un curso de formación a la futura policía afgana.
Aunque el diario El País en su edición digital afirmó que el terrorista Ghulam Sakhi, era un hombre de «absoluta confianza» del capitán asesinado, es sorprendente este hecho, especialmente teniendo en cuenta que los expertos de los Grupos Antiterroristas Rurales de la Guardia Civil con base en Logroño llevaban en el país apenas unos meses, desde finales de marzo. Más extraño resulta aún que simultáneamente, un numeroso grupo de personas de entre 1000 y 2000, trataran de asaltar las instalaciones militares hasta ser repelidos por los soldados de guardia, que causaron un total de 18 heridos por arma de fuego. Y que los altos mandos del contingente militar español ni los agentes del CNI desplegados en la zona, debido a un fatal fallo de inteligencia, tuvieran información previa del asalto que se avecinaba.
Aunque no puede establecerse ninguna relación entre los terroristas que cobraron un suculento rescate por la liberación de los dos cooperantes catalanistas, a los que le gusta retratarse con la Senyera, y el terrorista afgano, salvo que ambos grupos funcionan bajo las órdenes de Al Qaeda, el lamentable atentado contra los instructores de la Benemérita, debería constituir una lección para el presidente del Gobierno Rodríguez Zapatero y la ministra de Defensa, la catalanista pseudoseparartista Carmen Chacón.
Con los terroristas, sean de la clase que sean pero especialmente si son anáticos seguidores de Al Qaeda, obsesionados con acabar con los infieles para reestablecer el viejo Califato de los Omeyas en el mundo, no cabe negociación alguna. Y mucho menos darles dinero y liberar de la cárcel a otros terroristas más peligrosos, como ocurrió recientemente con Uld Sid Ahmed Uld Hame, conocido como Omar Saharaui, para «comprar las vidas» de los rehenes españoles. Nicolas Sarkozy acaba de dejarlo meridianamente claro.
DOS DIAS DESPUES DE QUE EL GOBIERNO LLENARA LOS BOLSILLOS A LOS TERRORISTAS DEL MAGREB, UN TALIBÁN, PRIMO-HERMANO DE ESTOS, ASESINABA A DOS OFICIALES DE LA BENEMERITA
Porque por cada euro gastado en salvar un ser humano, se apellide Villalta o Pascual, se está financiando la bala para los cabecillas de la banda islamista pueda secuestrar o matar a placer a otro compatriota o miembro de la UE; cada vez que presione y se llene los bolsillos de dinero a un Gobierno como el de Mauritania para liberar a un terrorista, está diciéndole a los yihadistas del Sahel que puede salirse con la suya, que el Reino de España va cederá frente a la amenaza, la presión y el chantaje. Y que el resto de los paises europeos, siguiendo el precedente español, tarde o temprano acabarán dejándose de complicaciones y haciendo lo mismo.
Aunque es cierto que desde el atentado del 11-M en Madrid un sector de la opinión pública mayoritariamente de izquierdas, los escasos lectores de Público, prefiere ver a Rodríguez Zapatero tal y como es, bajándose los pantalones y arrodillándose ante cualquier grupo de pistoleros harapientos y desalmados a asumir nuevos riesgos, cualquier manual antiterrorista explica cómo hay que resolver estas situaciones de crisis: el Estado, que tiene el monopolio de la violencia, dispone de dos unidades de élite, los Grupos Especiales de Intervención (Geos) y la Unidad Especial de Intervención (UEI) de la Guardia Civil, las cuales han demostrado plena eficacia en todas sus misiones tanto dentro como fuera de España, de manera especial asaltado barcos con alijos de cocaína en no menos de cincuenta ocasiones a la altura de las Azores o de las Islas Canarias.
Porque con esta práctica del «sálvese quien pueda» del Gobierno, insolidaria con el resto de los países europeos también amenazados, España vulnera la resolución 1904 de la ONU de fecha 17 de diciembre de 2009 que condena la financiación de redes terroristas y criminaliza el pago de rescates. En este texto, aprobado por unanimidad de los países miembros de las Naciones Unidas se expresa el compromiso inequívoco de tomar medidas contra el «pago de rescates», a «no someterse al chantaje de los terroristas» y a «combatir globalmente sus redes y vías de financiación», premisas todas ellas infringidas en la liberación de los cooperantes.
Su rescate se hizo de forma tan denigrante y vergonzosa que hasta la televisión mauritana filmó y difundió un vídeo en el que se ve a uno de los terroristas liberados de una cárcel de Nouakchott, Omar Saharaui, departiendo alegremente con los dos ex rehenes, sin que el Gobierno tomara la decisión de proceder a su captura, interrogatorio y desarticulación de las madrigueras de Al Qaeda en el Magreb, una vez puestos a salvo los miembros de la ONG, como ha hecho Francia en ocasiones similares.
Porque, el dinero publico invertido por Zapatero en alimentar la industria del crimen, cuyos nefastos resultados se verán en los próximos meses, probablemente hubiera sido mucho más útil en la provincia de Bagdhis, en Afganistán. Aunque no es posible hacer cábalas ni aventurar si el mismo hubiera podido evitar los asesinatos del capitán Galera y del alférez Bravo, invertido en la creación de una buena red de informadores sobre el terreno, tal vez pudo haber detectado a tiempo las conexiones de Ghulam Sakhi con los talibán.
LOS AGENTES SECRETOS ASESINADOS EN IRÁN AÑOS ATRÁS TRABAJABAN EN UNAS CONDICIONES QUE NADIE ENVIDIARIA. EL JEFE DE LA CELULA SE PAGABA EL ESCOLTA DE SU BOLSILLO
No es ningún secreto que las guerras se ganan disponiendo de buenas unidades militares bien adiestradas pero, sobre todo, contando con buenos canales de información sobre los propósitos del enemigo para anticiparse a sus planes. El Gobierno, sin embargo, prefiere gastarse el dinero en mapas del clítoris, dando ayudas sin fin a Marruecos, o en pagar los rescates a los terroristas del Alakrana o del Playa de Bakio entre otros, con lo que está contribuyendo echar más gasolina al fuego del terrorismo, lección que haya ETA ha aprendido hasta el punto de que, con un descaro tremendo, ha solicitado al ejecutivo tres millones de euros para no exigir el «impuesto revolucionario» a los empresarios vascos y seguir manteniendo engrasada y a punto su infernal maquinaria de matar, en el caso de decretar una tregua.
Todo lo cual no sólo no es de recibo sino que tiene indignados a un sector de los servicios de inteligencia que recuerdan como, a finales de 2003, ocho de sus agentes perdieron la vida en Irak, uno asesinado en su casa y los otros siete en una emboscada en la carretera de Bagdad a Diwaniya y Nayad al ser traicionados por algunos de sus colaboradores shiíes debido a otro fallo de inteligencia y al estar operando sin vehículos blindados, sin teléfonos móviles por satélite individualizados con GPS, sin el armamento adecuado para repeler una agresión en una zona de guerra y en unas condiciones que nadie envidiaría.
«El jefe de la célula ─recuerda uno de los agentes─, el comandante Alberto Martínez González, vivía en un pequeño dormitorio de dos camastros en las instalaciones de la antigua universidad, entre las ciudades de Nayaf y Kufa. Vestía ropas civiles y se había dejado bigote para camuflarse en el paisaje humano de Nayaf. Su dominio de la lengua árabe le permitió disponer de excelentes contactos para contrarrestar cualquier amenaza contra las tropas españolas. Como carecía de fondos se pagaba de su bolsillo a un guarda de seguridad privado y que heredó después su sucesor. Su única protección era su pistola que llevaba montada bajo la camisa, de la cual nunca se desprendía». La escena de su asesinato en una emboscada en la que participaron 41 terroristas, vuelve a repetirse 7 años después en Afganistán cobrándose las vidas de dos oficiales de la Guardia Civil.
Si en lugar de invertir tanto dinero su «Alianza de Civilizaciones», en organizar conferencias para explicar el «buenismo» del Gobierno español, en poner la otra mejilla para que te la partan y en rebajar al Estado al papel de negociar con delincuentes la vida de seres humanos lo hubiera invertido en crear buenas redes de información muchas de estas desgracias tal vez podían haberse evitado. Pero del «bombero-pirómano» de La Moncloa, dispuesto a hacer lo que sea para no perder las elecciones en Cataluña hasta el punto de no enviar a los GEOS a Malí y asumir así una «política de riesgo cero», de la bajeza moral de quien le quita el dinero con una mano a las Fuerzas Armadas y a las de Orden Público y entregárselo con la otra en secreto a los terroristas para que no le molesten, de Zapatero, repito, cualquier cosa puede esperarse.