Tuesday, August 10, 2010

AL ABRIR UNA BATALLA INTERNA PARA SUSTITUIR AL CANDIDATO DEL PSOE A LAS ELECCIONES AUTONOMICAS DE MADRID ZAPATERO ACABA DE CAVAR SU PROPIA TUMBA


LA DECISIÓN DE TOMAS GÓMEZ DE PLANTAR CARA AL DIRIGENTE SOCIALISTA HA GALVANIZADO A NUMEROSOS DIRIGENTES Y MILITANTES DEL PARTIDO DECIDIDOS A QUITARSE DE EN MEDIO AL LEONÉS A CUALQUIER PRECIO

La batalla abierta por el PSOE en Madrid para colocar al frente de la candidatura a la presidencia de la Comunidad en las próximas elecciones a la ex ministra de Sanidad, Trinidad Jiménez, enviando al limbo de los justos al secretario general del partido y aspirante oficial durante los últimos tres años Tomás Gómez, tiene todos los indicios de convertirse en algo más que en una simple escaramuza encaminada a liquidar digitalmente a un dirigente y poner a otro en su lugar.
La decisión de Gómez, economista y ex alcalde de Parla, de plantar cara a Zapatero y desafiarle públicamente a planear el asunto ante la militancia en unas elecciones primarias, no es sólo un gesto de gallardía y valor frente a un individuo soberbio y engreído, pagado de si mismo; frente al personaje de opera bufa que ha suprimido cualquier tipo de autocrítica, de sano debate interno, que ha neutralizado y apartado cualquier voz discrepante convirtiendo al PSOE y a sus órganos de dirección en una especie de claque, de aparato de propaganda al servicio exclusivo del indiscutible e indiscutido caudillo de León.
Por ahora, la decisión inquebrantable de Gómez de enfrentarse el 3 de agosto en unas primarias, sabiendo que lo tiene todo perdido ya que el Comité Federal de Ferraz hará lo indecible para que pierda tampoco es el saludo ante el dictador, ante el caudillo absolutista (Ave César, morituri te salutam) de los gladiadores al salir a la arena a pelear para regocijo de las masas. De momento, gran parte de la «vieja guardia» socialista, desde Gregorio Peces Barba a Joaquín Leguina o a José Luis Rodríguez Zapatero han convertido lo que parecía una tormenta en un vaso de agua de Gómez en una especie de causus belli contra el individuo que ha implantado el despotismo ilustrado en el partido, en el Consejo de Ministros y en el Gobierno y trata a sus ministros y colaboradores más cercanos como si fueran súbditos y no compañeros de partido o gabinete
Porque, como ya he contado anteriormente, en lugar de recabar el apoyo del partido, desde su llegada a La Moncloa en 2004 Zapatero se apoya en un «consejo de notables», «de amigos», que a modo de élite cultural y política son las personas que mandan en este país. Este grupo de «consejeros áulicos» todos ellos con más influencia que los ministros, está formado, entre otros, por el notable socialista Javier de Paz (con fuertes anclajes en La Moncloa por partida doble, ya que su mujer Ana Pérez Santamaría es amiga personal de Sonsoles Espinosa); el ministro de Industria Miguel Sebastián; el ex portavoz del Gobierno Miguel Barroso; el locutor Antonio García Ferreras, director de La Sexta y el director del periódico El Mundo Pedro J. Ramírez.
Con la ayuda de este clan de «caudillos a la sombra», el «conducator», convertido en un caníbal político, el mandatario socialista emprendió la tarea de aniquilar a los órganos del partido, a los que dejó sin voz ni voto, rompió con el grupo Prisa y se hizo fabricar un conglomerado mediático (La Sexta, Mediapró y el diario Público) ad hoc, y ha ido sustituyendo paulatinamente a los ministros de más valía del Gabinete [Pedro Solbes, Jordi Sevilla, David Vergara] por personas de fidelidad absoluta [Cristina Garmendia (Ciencia e Innovación), José Blanco (Fomento), Beatriz Corredor (Vivienda), Carmen Chacón (Defensa), Elena Espinosa (Medio Ambiente), Ángeles González-Sinde (Cultura), Celestino Corbacho (Trabajo), Bibiana Aído (Igualdad), Manuel Chaves (vicepresidente tercero) o Francisco Caamaño (Justicia) todos ellos prescindibles.
Por eso, la decisión del secretario general de la Federación Socialista Madrileña de no plegarse a su cesarismo, a su mesianismo, pese a que el partido se halla prácticamente laminado y sin deseos de pelea, ha sido interpretado por un amplio sector de dirigentes y militantes como el momento idóneo para rescatar al partido del ostracismo, de la inercia y la falta de liderazgo. Porque lo que apenas se sabe es que Gómez con su gesto de rebeldía ha galvanizado y espoleado a todos los sectores descontentos con su ambigua y titubeante forma de Zapatero de enfrentar los problemas del país, decididos a recuperar las esencias socialistas, a hacer autocrítica y plantear el relevo del secretario general del PSOE como gobernante.
Incluso los periodistas hasta ahora menos críticos con el presidente, como Miguel Ángel Aguilar o Carlos Carnicero, ha decidido desenterrar sus hachas de guerra, matar al padre político y hacerse con la piel del tirano. En los dos últimos meses, Aguilar ha pedido su dimisión desde su columna de El País y Carnicero acaba de publicar lo siguiente:
«El ejemplo de Tomás Gómez es un aldabonazo en la conciencia de un partido adormecido, secuestrado por las élites y conducido de una forma despótica por sus secretario general y presidente de Gobierno, que además ha acumulado tal número de equivocaciones que hace casi imposible que el PSOE gane las próximas elecciones generales. No sólo no ha corregido la forma de dirigir el partido y el Gobierno, después del desastre provocado por su negativa a reconocer la crisis económica, sino que ha reafirmado su cesarismo en la forma de ejercer el poder. ¿Piensa Zapatero que con los errores cometidos, es él mismo candidato idóneo a la presidencia de Gobierno? ¿Aceptaría él que alguien le dijera que su presencia como cabeza de lista es garantía de la victoria de Mariano Rajoy?»
LA DECISIÓN DE ZAPATERO DE SACRIFICAR A UNA DE SUS MEJORES MINISTRAS, INCAPAZ DE GANAR A ESPERANZA AGUIRRE EN MADRID PARA SALVARSE ÉL SE CONSIDERA UN ACTO MÁS DE SU CANIBALISMO POLITICO
La caza sin cuartel que se avecina de Gómez puede, por tanto, convertirse en los próximos meses en la más despiadada caza y captura de un José Luis Rodríguez Zapatero ese enfermo de vanidad, carente de ideas y dispuesto a sacrificar a la mejor de sus ministras, a Trinidad Jiménez (incapaz de ganar a Esperanza Aguirre) con el único objetivo de acortar distancias con el PP y que el abismo que separa a una y a otra formación en la capital de España se reduzca tras las elecciones y no constituya un lastre en el momento en que el Mesías de León tenga que enfrentarse a Mariano Rajoy en las urnas por revalidar su mandato en la Moncloa en 2012.
A este Zapatero, capaz de todo, resuelto a mandar a los suyos al matadero político para salvarse él, le espera un verdadero otoño caliente. Desde la primera semana de agosto las espadas están en alto y la ruptura provocada por él entre «históricos» y «renovadores» del PSOE acabará sin duda en un nuevo cisma, en una nueva «guerra civil» entre simpatizantes y militantes de una misma ideología. Aunque la sangre tal vez no llegue al río hay quien asegura que oponiéndose a Gómez para salvar su pellejo, Zapatero acaba de cavar su propia tumba. ¡Ojala!

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