Wednesday, September 8, 2010

VISTAZO A LA PRENSA (1).- EL GRUPO PRISA Y SU FALTA DE LEGITIMIDAD PARA DESTRUIR FAMAS AJENAS

CON UNAS DEUDAS CERCANAS A LOS 5.000 MILLONES DE EUROS, QUE NO PUEDE PAGAR, EL PAIS TIENE BREADO A CAMPS POR EL «DELITO» DE HABER SIDO PRESUNTAMENTE SOBORNADO CON TRES TRAJES
Vamos a empezar con un ejemplo estrambótico: Si cualquier día Ignacio Polanco o Juan Luis Cebrián entraran en la sede central del Santander, BBVA, Banesto, Banco Popular, Caja Madrid o La Caixa, por citar sólo a 6 de las entidades financieras españolas a las que deben hasta la hijuela, y les pidieran los calzoncillos para cobrarse parte de las deudas en buena lid el presidente y el consejero delegado del Grupo Promotora de Informaciones, SA (Prisa) tendrían que desprenderse de sus ropas interiores y depositarlas en ventanilla.
Los dos ejecutivos de ese grupo, sin embargo, llevan más de nueve meses publicando un día tras otro que al presidente del Gobierno valenciano, Francisco Camps, le regalaron dos o tres trajes de 150 euros el terno, a cambio de favores a un determinado grupo de imagen, y nadie se atreve a salirle al paso y a cantarle las cuarenta.
La pregunta es simple: qué credibilidad moral, qué responsabilidad social, qué deontología profesional o ética periodística puede esgrimir un grupo multimedia entrampado hasta las cejas, incapaz de hacer frente no ya a sus deudas sino a los gastos financieros que estas generan desde hace al menos tres años, para exigir a los demás un comportamiento social y unos valores de los que sus principales ejecutivos carecen; para dividir el mundo en buenos y malos, para repartir carnets de corruptos y políticos honrados.
La respuesta no es fácil y supone uno de las grandes déficits del sistema democrático. Los medios de comunicación, como si estuviéramos en la Edad Media, tienen patente de corso o carta blanca para atacar a sus enemigos, sacar a relucir las debilidades, los errores y hasta la corrupción de los demás. Ajenos a sus propias servidumbres, como si vivieran en otro planeta y las deudas y compromisos adquiridos no les afectaran, el grupo Prisa cree disfrutar de una especia de privilegio, de una bula sin límite para criticar y poner de chupa domine al resto del género humano.
La libertad de expresión consagrada en el artículo 20 de la Constitución lo tolera todo, salvo la obligación de informar de sus propios problemas internos que, de una manera u otra, condicionan y marcan su línea editorial y determinan en muchos casos sus filias y fobias hacia gobiernos, parlamentos, autonomías partidos políticos o sindicatos.
Desconocedores de los problemas internos de los medios de comunicación, el lector medio, que generalmente pasa por alto las páginas de Economía y de Bolsa, no se entera de que es más grave o censurable: que a Francisco Camps le hayan regalado ─ asunto que está por dilucidar todavía en la vista oral ─ tres trajes en campaña electoral por la empresa encargada de llevar su imagen o que el Grupo Prisa deba 5.000 millones de euros, 4.900 para ser más exactos, y que valor de mercado fuera el 20 de agosto pasado de apenas 393,3 millones de euros según Lainformación digital, es decir, 12’5 veces menos que sus propias deudas.
ES MÁS BARATO COMPRAR UNA ACCIÓN DEL GRUPO PRISA QUE UN EJEMPLAR DE EL PAIS, AS O CINCO DIAS. PERO LA PRENSA NO PUEDE SER ACUSADA DE CORRUPCIÓN, SIMPLEMENTE NO PAGA
No habría estado de más, por tanto, que los ejecutivos del conglomerado multimedia hubieran empezado por barrer la casa propia y contar las cosas como son para que nadie se llamara a andana. Creado hace 38 años en torno al diario El País, el grupo Prisa constituye el conglomerado empresarial de prensa más importante de España, al incorporar al proyecto la cadena SER de radio, Canal Plus, Localia, La Cuatro, As, Cinco días y tener la exclusiva de gestionar el canal en español de la CNN.
Hasta la muerte de su fundador Jesús Polanco muchos de los accionistas de Prisa eran dueños también de la Editorial Santillana, Sanitrade, Eductrade, Librerías Crisol, Viajes Crisol y de un conglomerado de más de 200 empresas establecidas en 20 países encaminadas a incrementar las sinergias del grupo principal.
El negocio iba viento en popa hasta que a finales de la década de los noventa el entonces consejero delegado de Prisa, Javier Díez de Polanco, se le metió entre ceja y ceja que el gran negocio de la comunicación era contar con una plataforma digital para vender contenidos (toros, fútbol, cine) mediante un costoso sistema de transmisión por satélite, con antena receptora en cada casa y decodificador. Y montó Canal Satélite Digital. Pero como el Gobierno no estaba dispuesto a permitir a Polanco la explotación de un nuevo monopolio ─ después de Canal Plus y la SER ─ desde las empresas afines al Ejecutivo se creó Vía Digital.
Y se dio instrucciones a sus dueños, especialmente a la Compañía Telefónica presidida entonces por Juan Villalonga, amigo personal de José María Aznar, de que Vía Digital despilfarrara el dinero que hiciera falta con tal de que Jesús del Gran Poder no explotara en exclusiva su nueva empresa. Y así ocurrió. Polanco, sin embargo, acabó saliéndose con la suya y a comienzos del 2000 compró Vía Digital a Telefónica para fusionarla con Canal Satélite Digital y lograr el control absoluto de la televisión de pago. Sin saber, entre otras cosas, que las perdidas anuales de Vía Digital rondaban los 600.000 millones de pesetas anuales y que con aquella adquisición acababa de meter en su casa el caballo de Troya de sus desgracias.
En periodo de bonanzas, tuvo al mercado bancario a su servicio. Pero en 2007, cuando afloró la crisis financiera mundial, las deudas del grupo Prisa, de más de cinco mil millones de euros, camino de los seis mil millones (casi un billón de pesetas, algo menos de un tercio del PIB de Luxemburgo). Y los bancos comenzaron a exigir la devolución de los préstamos.
Al no poder hacerlo, las entidades financieras nacionales y extranjeras. Le obligaron a deshacerse de activos. La primera reacción de Javier Díez de Polanco entonces fue tratar de venderle a Telefónica una parte de su plataforma digital por 1.500 millones de euros, el triple del precio pagado por una cadena similar unos meses antes por Deutsche Telekom.
El equipo de César Alerta, nuevo presidente de Telefónica, no estaba dispuesto a dejarse tomar el pelo. De ahí que Javier Díez de Polanco acabara dimitiendo y Juan Luis Cebrián asumiera el cargo de consejero delegado con plenos poderes. Gracias a sus gestiones, Telefónica y la italiana Mediaset, el conglomerado de medios de comunicación de Silvio Berlusconi, compraron un 44 por ciento de Vía Digital, tras valorar ésta en menos de 1.300 millones de euros.
La entrada en el Grupo Prisa de los dos colosos de las finanzas supuso una tregua para Ignacio Polanco y Juan Luis Cebrián. Pero un mínimo respiro. Acuciados por la falta de liquidez, los bancos nacionales y extranjeros volvieron a la carga y le forzaron a desprenderse del 25 por ciento de la Editorial Santillana, la joya de la corona en el segmento de los libros de texto, y de sus tres edificios más emblemáticos (Gran Vía 21, Miguel Yuste 19 y Caspe 6) vendidos por 300 millones a Longshore.
El grupo, sin embargo, necesitaba un «caballero blanco» que les sacara las castañas del fuego. Tras pasar más de la mitad del año en Nueva York Juan Luis Cebrián lo encontró en Liberty Acquisition Holdings Corp, una sociedad instrumental que cotiza en la Bolsa de Nueva York, bajo la clasificación Special Purpose Adquisition Company. A comienzos de año firmaron un acuerdo de intenciones mediante el cual Liberty se comprometía a inyectar hasta 900 millones de dólares en Prisa, a cambio de recibir un paquete de acciones de hasta el 50 que podrían sacar a la venta si no se cumplían una serie de pactos.
Tras varios meses de negociación entre Cebrián y Martín Franklin y Nicolás Berggruen, los principales ejecutivos del holding norteamericano, en el que le obligaron a bajar a la mitad el precio de las acciones de Prisa, la «ayuda» de emergencia de Liberty se redujo a 400 millones de dólares. Debido a ello el grupo editor de El País tuvo que recurrir al Santander y al HSBC (The Hongkong and Shanghai Banking Corporation) y a algunos fondos de inversión (Centaurus, Tyrus y Pentwater Growth) para hacer frente a una parte de sus compromisos financieros.
EL GRUPO MÁS PODEROSO DE LA PRENSA ESPAÑOLA ESTÁ EN QUIEBRA TÉCNICA. NI AÚN VENDIENDO SUS CALZONCILLOS, IGNACIO POLANCO Y JUAN LUIS CEBRIAN PODRIAN PAGAR SUS DEUDAS A LOS BANCOS
Así y todo, una vez se firme en los meses venideros el compromiso con Liberty y a pesar del pacto para desprenderse del canal Cuatro de televisión, el principal grupo de prensa español continuará con unas deudas de más de 4.000 millones de euros, cuyos gastos financieros le suponen cerca de 500.000 euros al día. Cifra a la que no podrá hacer frente con los 78 millones de beneficios semestrales que acaba de hacer públicos, y que no son tales ya que en esta cantidad se engloban parte de los ingresos por la venta de Santillana.
De otra parte, las acciones del grupo han descendido de 2,43 euros a 1,45 en unas semanas (un poco más de lo que cuesta un ejemplar del deportivo As, o del diario económico Cinco Días, perteneciente al grupo) y no hay analista financiero que no asegure que para llevar las cuentas a una deuda asimilable por la banca necesitaran vender la cadena SER, el 100 por ciento de Santillana, As, Cinco Días, Canal +, Localia, y el resto de participaciones en empresas extranjeras (alrededor de 40 compañías rentables más sus filiales) pudiendo salvar, como mucho, el diario El País. Y, en ese caso, perdiendo el control editorial e ideológico del mismo en beneficio de los nuevos accionistas que acapararían más del 65 por ciento del capital.
Todo ello, claro, acaba repercutiendo en el Partido Popular al que el grupo del desaparecido Jesús Polanco culpa de sus garrafales errores financieros, la falta de apoyo gubernamental podría repartirlo a partes iguales con José Luis Rodríguez Zapatero que le montó la cadena televisiva La Sexta, el diario Público y a cuyo conglomerado empresarial ha otorgado los mas jugosos contratos de servicios de contenidos para Televisión Española.
Las represalias comenzaron en enero pasado. Desde entonces no hay día en que Mariano Rajoy no se levante sabiendo que en las páginas de El País una nueva versión de las supuestas «chorizadas» de algunos altos cargos de Esperanza Aguirre y los tres famosos trajes presuntamente regalados a Francisco Camps. Y todo eso ocurre sin que nadie se atreva a pedirle a Ignacio Polanco (quién, según El Confidencial, ha vaciado las sicavs de la familia Nomit II Internacional, Nomit Intersiones y Nomit IV Global reduciendo en un 80 por ciento el capital circulante) o a Juan Luis Cebrián que dejen los calzoncillos en prenda de las deudas que tienen.
Es probable que la prensa, como afirma Prisa, no acepte sobornos como los políticos. En todo caso, admite prebendas y todo tipo de privilegios de los gobiernos, que viene a ser lo mismo, y préstamos bancarios que luego no paga o de los que exige grandes quitas para satisfacerlos. Es el privilegio, como dijo Abraham Lincoln [Si yo tuviera que decidir entre un gobierno sin prensa y una prensa sin gobierno, no vacilaría un instante en preferir lo segundo…] de ser uno de los puntales de la sociedad. Prerrogativa que permite informar neutralmente de todo lo que acontece pero no poner en cuestión ni destruir famas ajenas, especialmente cuando se han recibido durante decenas de años todo tipo de sinecuras, canonjías y otras ventajas de los que mandan. Cuando, además, se tiene el techo de cristal ─ y el grupo Prisa lo tiene ─ y se puede observar toda la porquería del interior, menos legitimado se está moral o empresarialmente, para convertir un posible regalo de tres miserables trajes en una cuestión de Estado. O cualquier otro asunto que afecte a cualquier otro ciudadano corriente y moliente.

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