Wednesday, May 12, 2010

LA HOGUERA DE LAS VANIDADES DE BALTASAR GARZON: DE JUEZ JUSTICIERO A JUEZ "AJUSTICIADO" EN APENAS VEINTICUATRO HORAS

El auto del juez pontevedrés Luciano Varela del día de hoy ha sido como la hoguera de las vanidades para el magistrado-juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón Real. Al abrirse la apertura de juicio oral en una de las tres causas que se le siguen en el Supremo, el instructor del Juzgado Central 5 nacido en Torres (Jaén) ha pasado a convertirse en unos minutos de juez justiciero en un juez ajusticiado, en reo de varios delitos de prevaricación.
Los numerosos escándalos protagonizados en su oficina judicial y los reiterados intentos de presionar y chantajear al Alto Tribunal con pancartas y manifestaciones varias ante su sede, las reiteradas algaradas universitarias, los manifiestos de supuestos grupos internacionales de prestigiosos juristas y otras payasadas, bufonadas y bravuconadas de similar estilo, le han servido de muy poco.
Han constituído un vano y desesperado intento de inclinar a su favor el fiel de la balanza de la Justicia y salirse con la suya. Pese a que en su huída hacia adelante, ayer 10 de mayo el instructor del Juzgado Central 5 de la Audiencia Nacional sabía que su suerte estaba echada y que tendría que pagar el justo precio por sus excesos y excentricidades.
Por eso, a última hora, cuando el peso del Código Penal iba a caerle irremisiblemente sobre sus espaldas, pretendió escapar a su destino, huir de la tragedia griega que le perseguía marchándose por la puerta de atrás a la Corte Penal Internacional como asesor externo del fiscal argentino Moreno Ocampo, con el que tuvo duros enfrentamientos por cuestiones de jurisdicción -dicho sea de paso- durante la investigación de los crímenes cometidos por las juntas militares del país Latinoamericano.
Pero al magistrado de origen andaluz le salió el tiro por la culata. Tras ser recusado por Garzón y una vez repuesto en su cargo con toda la dignidad que se precisa en su oficio, a Varela, en contra de lo que pensaban algunos, no iba a temblarle lo más mínimo el pulso veinticuatro horas más tarde al solicitar a la Sala Segunda del Tribunal Supremo la apertura de la viasta pública en contra del individuo más endiosado del panorama mediático y jurídicial español.
Esta semana, tras la remisión del auto al Consejo General del Poder Judicial, el juez será desposeído de su toga y sus puñetas acabarán en el cubo de la basura, lo que supone el primer acto de ser despojado con deshonor de los atributos de la carrera que tanto y tantas veces ha mancillado impunemente.
Porque, por lo que tengo oído, la acusación particular del caso que ejerce mi amigo Jaime Alonso va a pedir que se le inhabilite para el ejercicio de la función judicial por un periodo de 15 años, es decir, casi a permetuidad. Así, cuando pretenda retornar a la judicatura en el 2025, será un ancianito quejumbroso e inofensivo de 70 años al que su jubilación impedirá que pueda seguir haciendo daño a tanta gente en tan corto espacio de tiempo, como ha ocurrido hasta ahora.
Entre tanto, el otrora Juez Campeador podrá seguir ganándose el pan, que eso no se quita a nadie, como un vulgar empleado externo del fiscal Ocampo en la Corte Penal Internacional en La Haya (Países Bajos). Y la democracia española, al sacudirse de una de sus excrecencias, al dejar en la hoguera de las vanidades a uno de sus últimos escollos, ganará sin duda en prestigio y credibilidad. Dicho esto solo falta asistir en el otoño próximo al otoño del patricarca, al final del no Juez que veía atardecer, a su defunción profesional en el Supremo. Requiescant in pace don Baltasar. Usted y sólo usted se lo ha buscado.

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