La prensa española publicó en las últimas semanas dos noticias que revelan la falta de igualdad entre el hombre y la mujer ante la ley, la vulneración del principio de tutela judicial efectiva y el derecho a un juicio justo, amparado por la Constitución.
La primera de las informaciones hacía referencia a una decisión de la Audiencia Provincial de Asturias de dejar en libertad provisional a una mujer María del Rosario M.L., acusada de haber asesinado a su marido el 28 de mayo de 2010.
La víctima se llamaba José Antonio Pérez F. Durante una discusión con su mujer, en presencia de uno de sus hijos, se produjo un forcejeo entre ambos y al hombre le clavaron un cuchillo traicionero. Según el relato de los hechos, la mujer llamó al servicio de Urgencias para informar de que su marido, de 58 años y natural de Grado, se encontraba muerto en el salón del domicilio conyugal, situado en la avenida de El Coto, en El Entrego.
Y, a partir de aquí, comienzan las incongruencias. De acuerdo con lo declarado a la policía, el marido habría llegado ebrio al domicilio. Se inició entontes una discusión entre la pareja, la mujer tropezó con una rodilla del marido, que estaba sentado en un sofá, y se produjo un apuñalamiento fortuito. Traducido el asunto al román paladino, dándose por probado que el hombre estaba embriagado, el alcohol no le había vuelto violento ni agresivo, sino que debió provocarle el efecto contrario, un cierto adormilamiento, ya que estaba sentado en un sofá. Y en esta posición, aparece de pronto un cuchillo, que se le clava fortuitamente en el cuerpo, interesándole órganos vitales, lo que le produce una muerte instantánea.
JOSE ANTONIO PEREZ FUE APUÑALADO POR SU MUJER MIENTRAS ESTABA ADORMILADO EN EL SOFA DE SU CASA POR LLEGAR BORRACHO. AUNQUE EL INFORME FORENSE DICE QUE EL CUCHILLO LE PENETRÓ DE ABAJO HACIA ARRIBA Y CON FUERZA, LA JUSTICIA ESTIMA QUE PUDO SER UN ACCIDENTE
El informe de la autopsia aporta algunos datos más. La puñalada que acabó con la vida de José Antonio Pérez fue asestada con una trayectoria ascendente y «con cierta fuerza». De donde parece deducirse que no se trató de un accidente sino de un homicidio. Si el cuchillo se clavó con fuerza y en posición ascendente es que hubo una mano detrás empujándolo, la de su mujer, que debería seguir en la cárcel.
El artículo 138 del Código Penal determina taxativamente que «en que matare a otro será castigado como reo de homicidio, a pena de diez a quince años».Dependiendo del tiempo que la mujer tardó en llamar a los servicios de urgencias, podría ser de aplicación, además el artículo 195 del Código Penal (De la omisión del deber de socorro). Dice: «El que no socorriere a una persona que se halle desamparada y en peligro grave, (...) podría incurrir en un delito de hasta cuatro años de prisión».
La Justicia, por tanto, en este caso, ha hecho dejación de funciones. Aunque la mujer presunta asesina no vaya a escapar, la Ley de Enjuiciamiento Criminal obliga a jueces y tribunales «asegurar que el reo de asesi-nato no pueda escapar a la acción de la Justicia». Es lo que, sin duda, hubiera hecho la Audiencia Provincial de Asturias de haber existido el mínimo indicio de que el agresor hubiera sido José Antonio Pérez F. ¿O al-guien se atreve a ponerlo en duda?»
La segunda noticia tenía su origen en el Tribunal Supremo. Una sala roji-gualda, o rojiazul mejor dicho, formada por los magistrados Carlos Granados Pérez, Andrés Martínez Arrieta, José Pedro Martín Pallín, Miguel Colmenero y Juan Ramón Berdugo, rebajaba una condena de nueve años y medio a cinco y medio a una mujer que asesinó al presunto (y sigo diciendo presunto) violador de su hija, de 13 años, en Benejúzar (Alicante), después de que el supuesto culpable de este delito no aclarado hubiera cumplido más de siete años de cárcel, de una condena de nueve.
EL PINCELLILO (69 AÑOS) FUE CONDENADO EN ALICANTE POR UNA SUPUESTA VIOLACIÓN QUE NO EXISTIÓ AL NO HABER ROTURA DE HIMEN NI ACCESO CARNAL. LA MADRE DE LA VICTIMA JURÓ VENGANZA, ESPERO SIETE AÑOS A QUE SALIERA DE LA CARCEL (SI HUBIERA SIDO JUZGADO POR AGRESION SEXUAL SOLO HUBIERA SIDO CONDENADO A UNO), LE ROCIÓ EL CUERPO DE GASOLINA Y LO QUEMÓ DE ARRIBA A ABAJO. AUNQUE ESTUVO SIETE AÑOS MAQUINANDO SU VENGANZA, EL SUPREMO DICE QUE SUFRIÓ UNA ENAJENACIÓN MENTAL TRANSITORIA, LO QUE NO LE IMPIDIÓ INTENTAR FUGARSE DESDE EL PUERTO DE ALICANTE TRAS COMETER EL ASESINATO.
Según la sentencia del Supremo los hechos se produjeron el 13 de ju-nio de 2005. Ese día, tras cumplir más de las tres cuartas partes de la con-dena, Antonio Cosme Velasco, de 69 años de edad, conocido como El Pincelillo, regresó a su pueblo con un permiso carcelario de dos días y, sin detenerse para nada en el pueblo, entró en el bar Mary a saludar a unos amigos, hasta donde le condujo su hija María José en su coche.
Era la segunda vez que Cosme regresaba a Benejúzar, ya que en las navidades anteriores había disfrutado de un permiso similar, y por miedo a que hubiesen altercados en el pueblo (dividido en amigos y detractores de la víctima) no salió de su casa ni se dejó ver. Además, en Benejúzar todo el mundo sabía que María del Carmen García Espinosa había jurado «rajar» al supuesto violador de su hija. A la mujer no le bastaba con una con-dena ni le importaba un pimiento el principio jurídico «non bis in ídem», que su abogado debió haberle explicado. Ella estaba dispuesta a hacer su Justicia, a ejercer su venganza, a descargar su odio contra su antiguo vecino, y no había quien le quitara esa obsesión de la cabeza.
Por eso, pese al tiempo transcurrido entre el primer y el segundo permiso carcelario, la presencia de Antonio Cosme de nuevo en Benejúzar se conoció casi al instante. Todos los fines de semana, las hijas de la asesina, Marí Carmen García, se encargaban de montar guardia en su casa y en los bares para tratar de localizarle.
Fue lo que ocurrió el día de autos, 13 de junio de 2005. A las diez de la mañana Antonio Cosme Velasco entró en el bar. « El hombre entró ahí, se sentó, y no provocó a nadie», asegura su dueño, Antonio Fernández. Poco después, hizo irrupción en el local Verónica, hija de María del Carmen García. Tras observar unos segundos la cara de El pincelilo, salió corrien-do como alma que se lleva el diablo a buscar a su madre. «Aquí se va a armar la gorda» pensó el dueño del establecimiento, pero no se le ocurrió llamar a la policía.
Según el sumario, a partir de entonces Carmen García Espinosa, decidida a acabar con la vida de El Pincelillo, acudió a una gasolinera cercana a comprar una botella de combustible. Como el dueño del establecimiento no dispusiera de envases regresó a su casa, y volvió con una botella de litro y medio vacía a la estación de servicio para que se la llenaran de gasolina.
Una vez le entregaron la botella, la envolvió cuidadosamente en un papel para ocultarla, se la colocó bajo el brazo, compró una cajetilla de cerillas que escondió en una mano y se dirigió resuelta al bar a cometer su fechoría. El dueño, que intuía a lo que iba, trató de impedir que entrara.
─ ¿A dónde vas? ─ le preguntó cortándole el paso.
─ Aparta, Antonio, que no pasa nada sólo quiero hablar con él
Instantes después Carmen García se encaraba a El Pincelito. Le da una palmada en el hombro y furiosa le pregunta:
-¿Te acuerdas de mí? ─ le dijo.
-Con usted no tengo nada que hablar.
-Pues para que no me olvides.
Le roció el cuerpo de arriba abajo con la botella de gasolina, empapó también a otro hombre que estaba a su lado e intento impedir la agresión, le prendió fuego a los dos con una cerilla y salió corriendo en dirección al puerto de Alicante con intención de coger un barco para fugarse al extran-jero y eludir la acción de la Justicia.
«El Pincelito ─dice la sentencia─ ardió como una antorcha de los pies a la cabeza sin que las llamas pudieran ser apagadas con el extintor del bar. Una semana después moría a consecuencia de las quemaduras en el hospital La Fe de Valencia». No era ni un niño ni un violador compulsivo. Tenía 69 años de edad.
Mari Carmen García estuvo presa Centro Penitenciario de Fontcalent durante poco más de un año. En junio de 2006, su abogado, el diputado socialista Joaquín Galant, logró que la Audiencia la excarcelara con la condición de firmar periódicamente en un juzgado de Orihuela. Juzgada en la Audiencia Provincial de Alicante, se le aplicó una eximente por pre-sunta enajenación mental transitoria «al encararse con el verdugo de su hija» cuando ese hecho es falso. Según recoge la misma sentencia, existió una preparación detallada y meticulosa del asesinato y el ataque a El Pin-celillo era una muerte anunciada. Medio pueblo estaba al corriente de lo que iba a pasar. Sólo faltaba que algunos mandaran a planchar sus trajes de domingo para ir al entierro.
La presunta violación de la hija de Marí Carmen García se remonta al 17 de octubre de 1998, cuando la víctima tenía 62 años, y los hechos nun-ca fueron aclarados del todo. El pueblo se dividió en dos sectores, uno a favor de Antonio y el otro de la presunta violada, llegándose a difundir por una televisión local la información de que no existió tal violación.
El informe forense, de hecho, es concluyente: no existió rotura del himen ni rastros de acceso carnal, aunque si se hallaron restos de semen en las ropas de la chica. El delito, por lo tanto, fue de agresión sexual consu-mada o en grado de tentativa (un máximo de cuatro años de cárcel) y no de violación, al no quedar demostrada el acceso carnal por vía vaginal, anal o bucal, como estipula el Código Penal. El asunto, tras el asesinato de Antonio Cosme, siguió dividiendo al pueblo. Tras la puesta en libertad condicional de su asesina, el pueblo entero se echó a la calle, en manifes-tación, para pedir que se le echara de Benejúzar. «Aquí no queremos vivir con asesinos», se gritó en la marcha.
En este contexto de odios africanos y rencillas entre la familia de Antonio Cosme (tiene mujer y cuatro hijos) y la de la asesina (tres hijas), el magistrado socialista y ex fiscal General del Estado Carlos Granados, en una sentencia de la que fue ponente en la Sala II del Supremo (y en la que Miguel Colmenero y Juan Ramón Berdugo estaban de convidados de piedra), decide reducir la condena ya reducida por la Audiencia Provincial de Alicante, de 9 años y medio a apenas cuatro años. La tesis de Granados es que si hubo enajenación mental no pudo existir alevosía en ninguna de sus variantes ni ningún tipo de maquinación para matar a El Pincelillo. ¡Como se ve que los jueces están desconectados de la sociedad y no tienen, en muchos casos, ni puñetera idea de lo que están sentenciando!
Para ello, además, la sala reproduce sin entrar a valorarlo un testimo-nio falso de la asesina, en el sentido de que El Pincelito la provocó (artículo 18 del CP) en la parada del autobús, hechos que no constan en su primera declaración en el juzgado de Orihuela y que no fueron corroborados por los testigos. Falsedad sobre falsedad.
« Todo el pueblo daba por hecho que no era posible que un hombre de más de sesenta años violara a una de 13, pese a lo cual María del Carmen García aseguró que mataría a El Pincelillo nada más salir de la cárcel», declaró el dueño del bar Mary a la Justicia. ¿Qué hubiera ocurrido si la presunta violada es una de las hijas de El Pincelillo, con auxilio de María del Carmen García Espinosa, y éste hubiera dado muerte a la mujer de la forma más cruel posible, prendiéndole fuego y convirtiéndole en una an-torcha humana? ¿Hubiera salido en libertad al año del encarcelamiento? ¿Hubieran prevaricado dos tribunales, la Audiencia Provincial de Alicante y el Tribunal Supremo, aplicando en su grado más bajo eximentes que no son tales, ya que la trágica desaparición de El Pincelillo fue una muerte anunciada y conocida por todo el mundo?
LA JUSTICIA TRATA A LA MUJER COMO UNA MENOR DE EDAD, INCAPACITADA PARA RESPONDER DE SUS ACTOS. MIENTRAS LOS HOMBRES QUE ASESINAN NO SALEN DE LA CARCEL EN 20 AÑOS, A ELLAS SE LES PERMITE REGRESAR CON SU FAMILIA EN POCOS MESES O COMO MUCHO UN AÑO DE PRISION
Los dos casos que acabo de narrar, son dos anécdotas más, de una si-tuación que se repite a diario en todos los tribunales españoles. Si un hombre asesina a su mujer no suele salir de la cárcel en 15 o 20 años. En cam-bio, si sucede al contrario, cuando una mujer mata a hierro y a fuego a un hombre, bien sea su marido, su compañero sentimental o alguien que su-puestamente haya ofendido a su familia, el asesinato suele salirle gratis a la asesina. O casi gratis. Veamos a título de inventario algunos casos que figuran en mi libro El Varón Castrado referidos a Mallorca:
• Mónica Krieger, la parricida de Portocolom. Delito, asesinar a sus dos hijos. Tras unos meses en un psiquiátrico se fue de Pal-ma y se casó de nuevo.
• Belén Gil, la parricida de Calviá. Condenada a 6 años por asesi-nar a su padre. Asesinada a su vez por un preso en un permiso carcelario.
• Sandra Weber, la homicida de Cala Milló. Quiso matar a su ma-rido. Absuelta por perdón del marido, pese a ser un delito perse-guible por el ministerio público.
• Catalina Juan. Condenada a 5 años por matar a su ex marido. Pa-só sólo tres años internada.
• Paula Varela. Asesino a su novio en Can Tápara. Condenada a siete años, en libertad condicional a los pocos meses.
La lista podría alargarse hasta el infinito. De hecho, las únicas mujeres que cumplen integramente sus condenas son las terroristas de ETA, como Carmen Guisasola o Mercedes Galdós. Y hace unos años, nisiquiera era así. Si la activista de ETA no había cometido delitos de sangre y tenía hijos a su cargo, se le libraba de la cárcel. Lo cual no resulta nada favorable hacia la condición social de la mujer. De otra parte, los tribunales formados por jueces de izquierdas suelen ser más benévolos en sus sentencias que los integrados por magistados de derechas y aquellos donde predominan las mujeres, aunque parezca un contrasentido, suelen aplicar la Ley con más dureza, tal vez porque son más concientes de la necesidad de imponer la condición de la igualdad entre sexos en la sociedad.Porque aunque la legislación española no hace distinciones en la aplicación de las penas en razón de raza, sexo, ideología o religión, de hecho la Ley de Violencia de Género y muchos tribunales que se rigen por el resto del Código Penal en el momento de aplicar la Ley consideran a la mujer un ser inferior que necesita protección y apoyo y cargan la mano contra los varones, maltratadores y asesinos en potencia por razones ancestrales y biológicas, según la ecuánime y objetiva Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral conta la Violencia de Género.
«Como a la mujer muchos jueces la consideran un ser que no anda en sus cabales, se les perdonan sus fechorías por brutales que sean. Siempre se busca el eximente de que asesinó en defensa propia, con lo que el asesi-nato le sale gratis, ya según la doctrina oficial es imposible que el alma femenina albergue sentimientos de odio, venganza o instintos asesinos»
Esta filosofía, inspirada en que la mujer da la vida, no tiene sentido hoy en que está legalizado el aborto y las féminas se han convertido en España en las mayores asesinas de niños no nacido de la historia de la humanidad. Con una Justicia que sigue siendo bastante machista y sólo identifica la bondad innata del ser humano con la mujer; con un feminismo violento, agresivo y radical, dispuesto siempre a buscar excusas a la vio-lencia femenina (mató al marido porque no le dejaba en paz, porque le acosaba, porque se emborrachaba y tenía mal vino); con unos historiado-res olvidadizos, incapaces de recordar que desde Agustina de Aragón a Manuela Malasaña, España ha contado con una larga lista de mujeres jus-ticieras, vengadoras y hasta asesinas en serie, los últimos seis años socia-listas es el periodo de mayor violencia institucional y social contra el va-rón, so superado por ninguna sociedad occidental. En cinco años, un mi-llón de hombres han sido detenidos y encarcelados, en un 90 por ciento por denuncias falsas que todos los jueces conocen y muy pocos se atreven a denunciar.
Toda esta nueva filosofía de vida, que impregna las actividades de la pareja desde el matrimonio hasta la muerte, son amparadas, protegidas e impuestas desde el Gobierno por medio del mal llamado Ministerio de la Igualdad, por los Institutos de la Mujer, el Observatorio de Violencia de Género y la «industria del maltrato», del que viven hoy en España más de 100.000 personas.
Lo más lamentable es que muy pocas mujeres son conscientes de que cada vez que se promulga una Ley que las discrimina positivamente, que cada vez que se dicta una sentencia que las exime de ir a la cárcel, se les de hecho se les está desprotegiendo, denigrando y convirtiendo en seres humanos incapaces de valerse por si mismas y procurarse un mundo mejor por sus propios meritos y capacidades. «Porque lo que esta promoviendo la terrible ministra Bibiana Aido y un tal Llorente, al parecer psicólogo, una profesión sin duda con mucho prestigio y reconocimiento social, cada vez que abren la boca para defender a una mujer es tratarlas como seres in-feriores, que necesitan una protección especial y de un ministerio ad hoc para que las tutele y defienda sus presuntos derechos», incluido el de ase-sinar a sus hijos non natos, aplicando técnicas de exterminio tan cueles como las que usaban los nazis en Auschwitz, Belzec o Treblinka
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